Las cosas fluyen hacia donde tienen que fluir. La vida es así. Parece que está aleccionándote, pero ya es hora de que aprendas a vivir de este modo. Constantemente intentas que la vida se adecue a tu modo de hacer las cosas. Si no quieres acabar en un manicomio, abre tu corazón y abandónate al curso natural de la vida. Haruki Murakami, Tokyo Blues.
Lunes, 28 de octubre.
La vida es más grande que nosotros, más grande que nuestro miedo, más grande que nuestra alegría. La vida es más grande. (Mi terapeuta, el jueves)
No sabemos a dónde nos llevará esto que un día empezamos ni cuánto nos costará en tiempo y energía pero sí sabemos una cosa: aunque a veces en nuestro entorno inmediato no exista la sensibilidad para ver la magnitud, el daño constante, la incapacidad que provoca en nosotros mismos una situación de abuso, o nuestra falta de distancia para visualizar el problema y muchísimo menos la salida, la compañía de la gente que nos quiere, el empuje de la persona amada, que dignifica, y la apertura de ojos que suponen algunas personas -una o dos son suficientes- sirven para salvarnos. Hay vivencias atrapantes que culpabilizan, que anulan la fe en una misma, que impiden ver ni de lejos lo que nos sucede y nos deja inmersas en lo que otro prepara para nosotras, pero, aunque llenas de miedos, conseguimos poner nombre y claridad a ese malestar constante sin salida ni solución, y al fin sentir alivio. Y escribir te quiero a una amiga. Y gracias. Y que «aunque no comprendo cómo J decidió ayudar a alguien a quien no conocía, hoy es una persona tan importante para mí, y ya no siento esa impotencia ni ese callejón sin salida, porque sé la figura que soy yo, y aunque nadie vaya a creerlo me da igual. Se avecinan tiempos difíciles y estoy frente a ellos. De pie. Y digo gracias, gracias, gracias.» (Mi Amiga, el domingo)
Acabo de ver un cormorán haciendo prácticas de vuelo. He pensado: tiene un nombre precioso y rotundo. Casi siempre lo veo sólo, aunque acompañado por su naturaleza y por la naturaleza que somos todos, no siento que le preocupe que lo observen, no hay juicios ni presión fuera del instinto. ¡Aprendo tanto de las aves!. Su color negro es un manto, simple, útil. A. diría que la belleza reside en la funcionalidad, yo pensaría en el cormorán y él en un lapicero. Discutiríamos el concepto subjetivo de la belleza, entre tú y yo, Eugenia, amiga imaginaria de infancia, el consenso estaría más cerca. La belleza está en volar ajenas al juicio externo. (AY, mi María!, el domingo también)
La verdad puede ser fundamental pero sin amor es insoportable. (Los dos papas)
Anoche cambiaron la hora. Una confabulación de señores (los imagino hombres en su mayoría) han decidido que es lo que nos conviene a todos y, como por arte de magia, de madrugada, con premeditación y alevosía, intervienen los satélites y nuestros móviles. Hoy se me juntará el atardecer con el despertar de la siesta y a eso el cuerpo no se acostumbra tan fácilmente. ¡Un poco de piedad, señores, que cambian los horarios en el cielo! Empieza la época de abrigarse, de sacar las mantas y las infusiones, de retomar lecturas aplazadas, de ver películas necesarias, bailar a la luz de la luna y acariciarse frente al fuego. Y también de culto a las palabras. Ayer, para compensarme por el daño, me llegaron por todas partes, bien elegidas y ordenadas para acariciar por dentro: Unas, desde un velero en Brasil a 7791 km, en forma de canciones de Gal Costa; otras, desde algún lugar de Burgos entre desayuno con zumo y mantequilla de Soria. Otras me llegan desde Torrepadre y Salamanca. Mi querida amiga hermana María gana un nuevo premio con el relato La Poda y me conmueve hasta los huesos. También escuché un guión notable en la obra de teatro El Crédito, con Pablo Carbonel, seguido de una hermosa velada con un buen vino y una conversación profunda. En esta nueva época que marca el cambio de hora habrá menos oportunidades quizá de desvestir el cuerpo, pero es un gran momento para mantener abierto el corazón, dejar caer las hojas muertas y desnudar un poco más el alma al calor de las hogueras, los silencios contemplativos y las palabras necesarias. (Mi hermana, la del Sur)
Hoy, las Palabras de aMor, las habéis escrito vosotras.
La poda
María Eugenia Manzano
Primer Premio IV Concurso Microrrelatos Torrepadresemueve
Dos horas después de la poda, Agustín entra en el bar. Suelta lo que lleva entre manos, las llaves y unas tijeras, deja el manojo en el suelo, e Isabel sin saludar le sirve un chato de vino. Está todavía más guapa. Lleva recogido el pelo en un moño bajo y redondo y Agustín, apoyado en la barra, golpea con el culo del vaso.
Los sarmientos aún están frescos.
Sólo hace un par de horas que él ha cortado cada rama, las ha agrupado y dispuesto entre las hileras del viñedo. Pero antes de recogerlas, ha aparecido Isabel, la blusa hinchada, el faldón amplio. Se ha tumbado boca arriba y ha doblado las rodillas.
El crujido de algún palo no ha detenido los golpes que empujaban, agitaban y desarmaban los montoncitos. Luego los ha atado Agustín.
Le pone la segunda vuelta el marido de Isabel.
Ella esconde las tijeras.
4 comentarios
Hoy comienza con dos agradables sorpresas
La primera, esa primorosa y preciosa foto de vos.
Mujer seria y mirada profunda
Luego la epístola
De las más enjundiosas que he leído
Y que a lo largo del día o de los días me van a dar respuesta a algunas preguntas que me hago.
A pesar de los años
Sigue así M.Eugenia, deleitando y abriendo ojos al personal
Querida María, reina de las verdades hechas verbo y carne. Gracias por hacernos parte de tu bella crónica. Cambio de hora. Tiempo de poda.
Sorpresa verte a ti hoy aquí
(que hace años que no nos vemos en persona)
y verte siempre es bien.
Te sigo leyendo los lunes 💛
Espartanos 💫
Como siempre perfectas al ocurrir de la semana❤️