En Tarifa, hablar de Playa Chica es hablar de emociones, recuerdos y un vínculo especial que va mucho más allá de la simple geografía. Es pequeña, sí, pero su nombre engaña: Playa Chica es inmensa en cariño para los tarifeños. En estos días la última o primera playa de Mediterráneo (según se mire) se llena hasta la bandera, es la foto del día.
Un refugio entre dos mares. Playa Chica es la última playa del Mediterráneo antes de que comience el Atlántico. Resguardada por el espigón y la isla de las Palomas, se convierte en un rincón tranquilo incluso cuando el Levante sopla con fuerza en el resto de la costa. Para los locales, es casi un refugio: cuando el viento no deja vivir en otro sitio, siempre queda Playa Chica.
La infancia a la orilla. Las generaciones de tarifeños recuerdan su infancia aquí: los primeros baños, los chapoteos sin miedo a olas grandes, los días de familia con neveras y sombrillas, las meriendas de bocadillo y la piel quemada de tanto sol. Todo el que ha crecido en Tarifa guarda una historia propia en Playa Chica, por eso no es solo una playa, sino una caja de memorias.
Es un punto de encuentro, para muchos jóvenes, Playa Chica fue su primer lugar de reunión sin padres, su primer verano de libertad. Hoy sigue siendo el lugar donde coinciden amigos, donde se respira comunidad, donde el tiempo parece ir más lento y el agua siempre está cristalina.