Palabras de aMor en lunes. Por María Eugenia Manzano

«El amor es una flor muy frágil. Tiene que ser protegido, tiene que ser reforzado, tiene que ser regado; solo entonces se fortalece». Osho.
Lunes, dieciocho de agosto.
Pensé que iba a ser más fácil escribir hoy pero no. (Ese pero, dirás tú, pero es que sí, tú sabes, hermana querida. Me ves y te veo. Sigamos). Que iba a ser fácil escribir porque ha vuelto a pasar San Roque, y un mes entero desde las últimas Palabras de aMor, y podría decir lo del calor, y lo de las cervezas en la plaza, y tres noches sin dormir entre el la orquesta y el DJ, o lo de las llaves de San Pedro… y que quien no tenga pueblo el quince de agosto, que se lo eche.
Pero aquí me tienes, me digo, trescientos kilómetros de lágrimas y sin tragarme ni una. La ternura y la verdad, depende de en qué momento, pueden abrir el corazón -que no romperlo- y dejarnos en pelotas. Así me lo enseñó María: que nacemos con la cabeza y el corazón abiertos, y unas horas después de nacer esos agujeros se cierran, sellándose de igual forma agujero oval y fontanela, y que, por eso, cuando algo nos abre la cabeza o nos atraviesa el corazón nos sentimos tan vulnerables. Indefensos. Frente a un pelotón de fusilamiento compuesto por varios doctores que, incapaces de diagnosticar la grieta, recetan un Urbason o solicitan analíticas. Y una comprende de golpe. Con el fuego del Piornal delante de sus narices. Y las fotos de anteayer. Y esa sonrisa. Y los nervios contenidos que te hacen tomar decisiones. Que vaya bien. Cuando caen tantas piezas a la vez, no hay frase buena que valga.
Después, lo de las manzanas. Cinco son muchas al día. Menos mal que hubo tormenta y algo pudimos dormir.  Acudí a mi último Oráculo y apareció el maestro. Con él, también las palabras. Volví a las Marías. Paciencia infinita, resultados inmediatos. Confío en los árboles a la vez que rezo. Hoy sin encender una vela.


No se puede aprender a amar, no se puede cultivar esto. Un amor cultivado no sería amor en absoluto. No sería una rosa real, sería una flor de plástico. Cuando aprendes algo, esto significa que algo viene de afuera; no es un crecimiento interior. Y el amor tiene que crecer interiormente si es auténtico y real.
El amor no es un aprendizaje sino un crecimiento. Todo lo que se necesita de tu parte no es cómo aprender las maneras de amar, sino como desaprender las maneras de no amar. Los obstáculos se tienen que remover, los obstáculos se tienen que destruir; entonces el amor es tu ser natural, espontáneo. Una vez se remueven los obstáculos, cuando se tiran las rocas, el flujo empieza. Ya está allí, oculto detrás de muchas rocas, pero la fuente ya está allí. Es tu propio ser.
Es un regalo, pero no algo que va a suceder en el futuro: es un regalo que se ha producido ya con tu nacimiento. Ser, es ser amor. Ser capaz de respirar es suficiente para ser capaz de amar. El amor es como la respiración. Lo que la respiración es para el cuerpo físico lo es el amor para el ser espiritual. Sin respiración el cuerpo muere; sin amor el alma muere.
Osho, The Dhammapada: The Way of the Buddha

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