Más allá de la derrota hay una victoria de la que el triunfador nada sabe. William Faulkner
Martes, veinticinco de noviembre.
Escribo palabras de aMor un día después del lunes. De un lunes que trajo humildad, sencillez de corazón, descanso, casa… después de mucho vaivén. Qué bueno es estar de vuelta. Sentir el regreso, mascarlo. Hacerle hueco. Abrir el espacio al no hacer, soltar lo que incesamente trae el ego (que si por ahí sí, que si eso no, que mal o bien, que mejor o peor…). Y reconectar de nuevo.
Observo la mañana apacible. Escucho un piano. Trato de apartarme otra vez, de obedecer, de escribir al dictado, aunque no lleguen más que bucles, líneas curvas y rectas, arriba y abajo, trazos indescifrables, la letra de la inocencia. La veo. ¿Qué fue de ti? ¿Cuándo te perdí, dónde? ¿Quién te censuró temprano y puso en tu lugar a la jueza? Lejos quedaste y sin embargo, hoy te reconozco, he ido acercándome a ti por diferentes caminos, sin buscarte siquiera, sin saberlo. Y aquí estoy. Con el pecho cada vez más amplio, más limpio todo y dentro, un espacio más y más grande, tangible, oceánico, lleno de nada y de Dios. Espacio de confianza, amplio.
La vida es más grande que tú, me dijo hace tiempo Paco. Ahó! La vida es más grande que yo y mi lugar en ella, la orilla. En la veredita del río me siento a jugar con las flores, me mezo con las espigas, suave, suave, suave, y ahí me encontrarás, amor mío, en la orilla de tu río, Lucía y Manuel, mi amor, Manuel y Lucía. Contemplaré vuestros cauces. Asistiré, cual testigo, al fluir de vuestros caudales, hermanos, unidos, cercanos… y os veré desbordaros, tal vez. Me morderé el labio inferior, apretaré los dientes. Permaneceré en silencio, en quietud, compañera, acompañante, madre, sin abrir la boca esta vez, lo prometo, sin decir nada, de verdad, durante cinco minutos o diez. Y aquí estaré siempre. Lo sabéis. En lo que dure este tiempo pasajero. En lo que nos traiga este viaje.
Y desde ese mismo lugar amanecerá, se hará de día. Mis ojos mirarán al cielo. Me inclinaré y rezaré. Bendita seas. Bendita tú que lo viste, y bendito el loco de Dios, «el mínimo y dulce Francisco de Asís» como lo llamó Rubén Darío. Esto es lo que quiero, dijo el santo. Yo replico. Sólo esto. Y que ni el viento lo toque.
Que se haga verdad lo inocente. Que te toque la ternura. Que al norte y al sur nos lleguen el dulce estar, los colores. Y encontremos el aMor. Ese que nada sabe.
Cántico del hermano Sol
Alabanza de las criaturas
(Francisco de Asís)
Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.
Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
el cual es día, y por el cual nos alumbras.
Y él es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.
Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.
Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.
Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche,
y él es bello y alegre y robusto y fuerte.
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.
Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor,
y soportan enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que las soporten en paz,
porque por ti, Altísimo, coronados serán.
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!:
bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad,
porque la muerte segunda no les hará mal.
Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad.
