Palabras de Amor en lunes. Por María Eugenia Manzano

«Creo que nadie posee una tierra hasta que están sus muertos en ella» 
Joan Didion en «De donde soy»
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Hicimos lo que él hubiera hecho y brindamos. Nos juntamos a las ocho, porque es que ha venido Elsa, y aunque todo dependía de la situación en el hospital, la hermana de los mares del Sur llegó descalza y sin miedo, pisando la orilla del río como buena bruja del Norte. Y ahí estábamos Ivana y sus huesecitos (creo que la pureza de su corazón pule, latido a latido, cualquier rigidez en su estructura), Javi con dos plantones y yo con mis volteretas. Alzamos las copas, ¡por Carlos!, y miramos los cuatro al cielo. Puede que aún nos oyera.
Al día siguiente, a las siete, fuimos al tanatorio. (¿Quién coño inventó los tanatorios? ¿Quién los diseña? ¿A nadie se le ha ocurrido hacer un espacio más verde, abrir ahí dentro ventanas, tirar de una vez esos muros, cerrar para siempre esas salas?…) Y allí encontramos a Carlos, el mayor, con su impecable y noble mirada. Y a esa Encarna maternal, y a Bea, la bella Beatriz, sin palabras. Y a Jose Juan queriendo llorar, y a Elsa como enjaulada, danzando en silencio a su padre y con las sandalias arregladas.
Después brindamos de nuevo.
Buen viaje hacia la luz tengas, querido Carlos Martínez. Qué gran legado nos dejas. Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7, 15-20) Bendito seas. 
Poco más puedo añadir.
Hoy, las Palabras de Amor, son de Elsa.
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Mi padre
Elsa Martínez Caballero
Carlos, mi padre, fue un gran hombre que ha dejado un hermoso legado, un hombre alto y fuerte que generaba respeto, incluso miedo, con su mirada y con su presencia.
Mi padre nació y se crió en Regumiel, un pueblo de la sierra del que recordaba el frío perenne del invierno y la placidez infinita de los veranos, cuando exploraba descalzo y libre cada palmo del monte con sus hermanos.
Mi padre fue un hombre generoso y austero,
Fue elegante sin saberlo e imponente sin proponérselo.
Mi padre fue un emprendedor sin remedio,
trabajador sin descanso, sabio sin libros,
campeón sin entrenamientos,
noble sin títulos,
íntegro sin esfuerzo, admirado sin pretenderlo,
valiente sin titubeos,
feliz sin excesos.
Mi padre unió su tronco al de mi madre y juntos echaron raíces, crearon ramas fuertes que se convirtieron en sólidas plataformas desde las que sus hijos pudimos emprender el vuelo sin dejar de tener siempre un nido al que regresar.
Mi padre estuvo a punto de morir varias veces, como siempre nos contaba, y las esquivó todas con éxito.
En esta última batalla, sin embargo, tu corazón dijo basta y llegó el momento de cruzar al otro lado. Te fuiste con los deberes hechos, con la cabeza clara y sin traicionar tu esencia.
Estarás viéndonos desde el lugar dónde no existe el tiempo, cerca de nuestra madre.
Seguirás pendiente de cada uno de nosotros y también, como no, de la fábrica. Conectaras con Moradillo y Estela cada mañana y con los chicos de la fábrica cada turno, aunque yo no necesites el teléfono. Cantarás jotas con Encarna, hablarás de la vida con Bea, de los precios de la paja y del cambio climático con Jose y de todo con Carlos, que nunca tuvo para ti secretos.
Comentarás que “esa pequeña” es la más libre, te apañarás para hacer más fácil la vida de tus nietos,
untarás el pan en el vino, prepararás un ajo carretero para todos los de allí arriba, después de jugar a la pelota a mano y cazar unas perdices.
Te honraremos, papa, caminando descalzos, plantando árboles y abrazándolos, cantándole a la luna, bailando frente al fuego, compartiendo nuestros bienes y saberes, bebiendo en porrón y haciendo el pino como tú, para ver el mundo desde otra perspectiva.
Os honraremos a ti y a mama en Regumiel, en Burgos y en nuestro Oasis Nortesur,
Seguiremos creando y creyendo y mantendremos la familia unida como siempre quisisteis.
Como me dijo ayer una querida amiga, la buena gente no se entierra, se siembra.
En esta nueva etapa, seguiréis sosteniendo la vida y nutriendo la tierra.
Continuaremos vuestro legado y seremos raíces profundas, tronco sólido, ramas elevadas y semillas fértiles.
Os podremos sentir al recordaros en silencio, y al elevar la vista al cielo.

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