Palabras de aMor en lunes. Por María Eugenia Manzano.

Devolver al cerebro un estado de maleabilidad infantil, crear nuevas conexiones.
Rachel Nuwer.
Saber que están, que estás, que estamos. Con eso vale. Saber que podemos parar en medio ajetreo. Detener el ritmo. Apagar el ruido. Tomarnos un día en el que no hay edad ni reloj ni números ni compromisos ni condiciones meteorológicas que importen; ni apegos. Reconectar. I feel love. Sabernos cerca. Y así, cada ese poco de tiempo que las dos necesitemos, abrir el paréntesis del aMor contigo -que así lo empecé a escribir sin ni siquiera darme cuenta y ahora lo veo- y acceder de nuevo a esa puerta. Mientras tanto, poco a poco. Prisa mata y el exceso, hasta de placer, termina por restar efecto.
No sé pronunciar tu nombre. ¿Cómo se escribe consciencia? ¿Libertad, liviandad… hacerme vieja, sabiendo que ya soy mayor y que nada ni nadie de ahí fuera va a imponerme norma alguna sobre la forma de hacerlo? Cómo digo estar en paz. Ojalá que el mundo entero supiera hacerse pequeño, y hasta cuarto de la ESO se estudiara Amamantar como asignatura obligatoria. Y Síntesis amorosa cuántica en clave molecular. Con trabajo fin de título y prácticas en entornos cercanos.
Saber que estás, que yo estoy aquí, que estamos. Ea.
Venga, vamos, ven. Caminemos a través de tí, de mí, de nosotros, de la humanidad entera, ¿lo ves? Son tres viajes distintos, ¡eso! No pares, mi amor, tú ve. Y ábreme el vacío al principio, que yo entre sin miedo al misterio. Respiremos. Agua con aceites, vela encendida. Que el estrés y la ansiedad dejen paso al suave latir de mis venas. Susúrrame tú al oido, no dejes que yo intervenga, aunque sé que no lo harás. Llévame de la mano tú, ¡ay, qué belleza! La luz. La hierba bajo los pies. Y la noche si es de noche, y la aurora si es de día.
Ternura, ¿dónde te fuiste? Confianza, ¿dónde estabas? Qué bien encontrarnos de nuevo, qué sencillo todo, cuánta inocencia. Qué blandura bajo esta piel dura de adulta, coraza, y qué suavidad la tuya. Ahora recuerdo. Recuerdo. Está cerca el corazón. Estás, estamos, estoy. Con eso vale. Aquí y ahora, ya sé.
Qué descanso al fin, I feel love. Bendita dulzura la nuestra. Amen. Amén. Amen.


Conviértete en lo que eres. 
Alan Watts.
De modo similar, los vedánticos dicen «Tai tvam asi», «Tu eres eso», sin ni siquiera dar una definición positiva de lo que «eso» es. El individuo que trata de conocerse, de aprehenderse a sí mismo, se vuelve inseguro, igual que uno se ahoga si contiene la respiración. Al contrario, el individuo que sabe que no puede aprehenderse a sí mismo abandona cualquier búsqueda, se relaja y se siente a gusto. Pero en realidad nunca sabe si simplemente aparta dé sí el problema, sin parar a preguntarse, sentir, o hacerse vívidamente consciente de la auténtica imposibilidad de conocerse a sí mismo.
Para la mentalidad religiosa del Occidente moderno, este enfoque totalmente negativo de la realidad es poco menos que incomprensible, ya que sólo sugiere que el mundo se asienta sobre las arenas movedizas de lo absurdo y del capricho. Para quienes equiparan cordura con orden, ésta es una doctrina de pura desesperanza.
Sin embargo, hace algo más de quinientos años un místico católico dijo que Dios «quizá se pueda alcanzar y mantener por medio del amor, pero nunca por medio del pensamiento», y que Dios debía conocerse a través de la «incognoscibilidad» y de la «ignorancia mística». El amor al que se refería no era una emoción. Era el general estado de la mente que existe cuando un ser humano, al comprender que es imposible, desiste de aprehenderse a sí mismo, de ordenarlo todo y de ser el dictador del universo. En nuestros días, la filosofía lógica emplea la misma técnica de negación, diciéndonos que en cada afirmación en la que creemos haber captado, definido o simplemente designado la realidad, tan sólo hemos dicho absurdidades.
Cuando la lengua intenta expresarse a sí misma con palabras, lo máximo que cabe esperar es que se haga un nudo. Por esta razón, los procedimientos de la filosofía lógica sólo inquietarán a aquellos teólogos y metafísicos que imaginan que sus definiciones del Absoluto en realidad definen algo. Pero los filósofosdel hinduismo y del budismo, y algunos místicos católicos, tuvieron siempre muy claro que palabras como «brahman», «tathata» y «Dios» no significan algo, sino nada. Indican un vacío de conocimiento, algo parecido a una ventana definida por su marco. Sin embargo, la filosofía lógica lleva su crítica aún más lejos, y dice que esta clase de afirmaciones y exclamaciones absurdas no son filosofía porque no aportan ninguna contribución al conocimiento, con lo que quieren decir que no nos ayudan a predecir nada, ni ofrecen ninguna dirección para la conducta humana.
Esto, en parte, es verdad, aunque no tiene en cuenta un punto tan obvio como el de que la filosofía —la sabiduría— consiste, tanto en sus espacios como en sus líneas, en reconocer lo que no se conoce ni puede conocerse y a la inversa.

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