El 19 de septiembre de 1309 moría en Gaucín Alonso Pérez de Guzmán, más conocido como Guzmán el Bueno, militar leonés y fundador de la Casa de Medina Sidonia. Hoy, más de siete siglos después, su nombre sigue indisolublemente ligado a Tarifa gracias a un gesto heroico que marcó la historia de esta ciudad y del propio Reino de Castilla.
En 1294, Sancho IV le encomendó la defensa de la plaza de Tarifa frente a su propio hermano, el infante don Juan, aliado con meriníes y nazaríes. El asedio culminó con una escena que ha quedado grabada en la memoria colectiva: los sitiadores apresaron al hijo menor de Guzmán y lo usaron como chantaje para rendir la ciudad. La respuesta del noble fue tajante. Lanzó su propia daga desde lo alto de la muralla para que ejecutaran a su hijo antes que mancillar su honor y entregar la ciudad.
Aquel acto, recordado por siglos como ejemplo de sacrificio extremo y lealtad inquebrantable, convirtió a Guzmán en símbolo de la defensa de Tarifa y en referente del valor militar y moral de toda una época. El romance que evocaba su gesta aún resuena en la memoria: «Matadle con este, si lo habéis determinado, que más quiero honra sin hijo, que hijo con mi honor manchado.»
Su legado trasciende la anécdota y nos interpela directamente en el presente. Guzmán entregó a su propio hijo en nombre de la dignidad y de un futuro para su tierra. Hoy, más de siete siglos después, la pregunta resuena con fuerza: ¿estamos en Tarifa a la altura de aquel ejemplo?
En una sociedad que a menudo parece resignarse frente a los desafíos, que tolera la degradación de su entorno, que asume sin lucha imposiciones externas que comprometen su futuro, la figura de Guzmán el Bueno no debería quedarse en estatua ni en romance antiguo. Su gesto debe servir de espejo incómodo y de estímulo para defender lo que somos, lo que nos pertenece y lo que dejaremos a quienes vengan después.
¿Qué pensaría Guzmán de una sociedad que parece olvidar la lucha, que a veces entrega sin resistencia lo más valioso: su dignidad, su identidad, su propio futuro? Esa es la pregunta que Tarifa, y todos nosotros, deberíamos hacernos hoy.
Porque su gesta no fue sólo historia. Fue una advertencia.