El nuevo embajador del Reino Unido en España, Simon Manley, ha aterrizado en Madrid precedido por su fama de duro en el contencioso histórico que enfrenta a ambos países por la soberanía de Gibraltar. Manley, que se incorporó la semana pasada a la embajada para relevar al veterano Giles Paxman, ha ocupado durante los dos últimos años el cargo de director para Europa en el Foreign Office -el Ministerio de Exteriores británico-, precisamente el departamento que ha pilotado la política de mano dura hacia España en la defensa a ultranza de los intereses del Peñón.Manley, de 46 años y padre de tres hijas, está casado con la española María Isabel Fernández Utgès, una abogada barcelonesa especializada en propiedad intelectual, competencia y regulación que trabaja para el prestigioso bufete británico Bristows. Fernández Utgès, socia del despacho desde 2005 y responsable de su Departamento de Regulación -en la web del bufete aparece con su apellido de casada-, pertenece a una familia de la oligarquía catalana tradicionalmente vinculada al nacionalismo moderado, según han revelado a El Confidencial fuentes diplomáticas.Nada más desembarcar en Madrid, Manley colgó un vídeo de presentación en la web de la embajada, grabado en su propia residencia y donde aparece en compañía de su esposa e hijas, en el que esquiva deliberadamente el punto de fricción más caliente entre ambos países: Gibraltar. El nuevo embajador pasa por alto ese espinoso asunto y se centra en aspectos más amables de las relaciones bilaterales, como la presencia de empresas españolas en el Reino Unido, las exportaciones británicas a nuestro país o los 13 millones de turistas que vienen cada año a España.Simon Manley, nuevo embajador británico en Madrid (Youtube: British Embassy Madrid)Pero tras esa cortesía diplomática, propia de un recién llegado, se oculta uno de los muñidores de la política de confrontación y firmeza ante España en la disputa por Gibraltar, según las fuentes consultadas. Manley, formado en Oxford (Reino Unido) y Yale (EEUU), ha sido desde 2011 el fontanero del Foreign Office en los asuntos del Peñón, un periodo que coincide con la mayor escalada de tensión entre Londres y Madrid desde que el dictador Francisco Franco ordenase el cierre de la verja fronteriza en 1969.A la sombra de Lidington y HagueSiempre a la sombra de David Lidington, el ministro para Europa en el Gobierno de David Cameron, Manley ha sido el ejecutor de la indisimulada tolerancia del Foreign Office hacia los abusos del Ejecutivo gibraltareño de Fabian Picardo denunciados por España: desde el blanqueo de capitales al contrabando de tabaco, pasando por las trabas a los pescadores andaluces, el vertido de bloques de hormigón en la bahía de Algeciras, el bunkering o la invasión de facto de aguas territoriales españolas ganándole terreno al mar.Manley, diplomático de carrera, nunca ha copado los titulares de los periódicos, una tarea que dejaba a Lidington, su jefe directo, y a William Hague, el máximo responsable del Foreign Office. El pasado mes de septiembre, Lidington aseguró que «existe claramente el riesgo» de que el conflicto del Peñón «enturbie la relación bilateral» entre el Reino Unido y España, y se reafirmó en «la seriedad de nuestro compromiso con Gibraltar y con el derecho democrático de los gibraltareños a seguir siendo británicos». Por si quedaba alguna duda, Hague zanjó: «Gibraltar es británico y así quiere permanecer, y para nosotros ese es el fin del asunto».Tal vez la única ocasión en la que Manley rompió su discreto anonimato de funcionario disciplinado fue en 2009, cuando ocupaba el cargo de director de Defensa y Amenazas Estratégicas en el Foreign Office. El ahora embajador en Madrid salió públicamente en defensa del entonces ministro de Exteriores y predecesor de Hague, David Miliband, para acusar a la justicia británica de «dañar la seguridad nacional» por apoyar la difusión pública de las pruebas de la supuesta connivencia del Reino Unido con las torturas de la CIA en la base de Guantánamo.Dos jueces acusaron a Miliband de camuflar las pruebas de las torturas sufridas por Binyam Mohamed, un etíope residente en el Reino Unido, a manos de la CIA, y rechazaron su argumento de que revelar ese material podría dañar la seguridad nacional. Fue entonces cuando Manley atacó a los jueces, responsabilizándolos de «socavar la confianza de EEUU en la capacidad del Reino Unido para proteger la confidencialidad de los intercambios diplomáticos» y poner en peligro «nuestras relaciones con otros servicios de inteligencia extranjeros».