ES LA FOTO DEL DÍA. La Duna de Punta Paloma es uno de esos lugares que parecen pertenecer a otro mundo. Situada en el Parque Natural del Estrecho, frente al Atlántico, su arena dorada avanza sin tregua empujada por los vientos de Levante, recordando cada día que la naturaleza es dueña del territorio. Foto Anders Carlsson
La imagen de una señal de tráfico casi engullida por la arena, cubierta además de pegatinas, se ha convertido en un símbolo de esa batalla silenciosa entre lo natural y lo humano. El asfalto, los postes y las indicaciones son testigos impotentes del poder de la duna, que lentamente borra cualquier intento de imponer orden en este paisaje cambiante.
Punta Paloma es un ejemplo único: un entorno donde el turismo, la carretera y las infraestructuras conviven con un ecosistema que no entiende de límites administrativos. Cada año, los equipos de mantenimiento deben retirar miles de toneladas de arena para mantener la vía transitable, pero al poco tiempo el viento vuelve a cubrirlo todo.
Más allá del desafío logístico, la duna se ha convertido en un emblema natural y cultural de Tarifa. Para los visitantes es un lugar de asombro, un escenario fotográfico casi surrealista. Para los vecinos, un recordatorio constante de la fuerza del entorno en el que viven.
En tiempos donde el debate sobre la sostenibilidad es más urgente que nunca, Punta Paloma nos enseña que la verdadera grandeza está en aceptar que la naturaleza no se domestica: se respeta y se aprende a convivir con ella.