LA FOTO DE DIA es la de un mordisco, un salvaje ataque de un cazador implacable que habita un espacio común con los pescadores naturales de estas tierras a los dos lados del Estrecho. La orca Nada nuevo, pero no por ello menos espectacular y sugerente. Las fotos y video son de Paco Gil, «el de Turmares». Mil gracias.
Cada vez que unos pescadores (en este caso Gómez Riera, voracero y atunero de Tarifa) sacan un atún del mar, la emoción llega hasta el último momento ¿se habrá cobrado Gladys su tributo?
Orcas en el Estrecho: un privilegio salvaje que debemos aprender a respetar
En muy pocos rincones del planeta se puede vivir lo que sucede cada año en el Estrecho de Gibraltar: la presencia de orcas (Orcinus orca) en libertad, nadando a escasos metros de nuestras costas. Estos majestuosos depredadores marinos, iconos universales de la naturaleza, nos recuerdan que habitamos un lugar único, donde el Atlántico y el Mediterráneo se dan la mano y la vida marina alcanza una riqueza extraordinaria.
Para los pescadores locales, las orcas son parte de un capítulo intenso de la vida en el mar: se han ganado fama de “ladronas” por arrebatar atunes directamente de los anzuelos o redes. Esta interacción, tan curiosa como polémica, es una muestra de la inteligencia y la adaptabilidad de estos animales, capaces de desarrollar estrategias de caza coordinadas y transmitirlas de generación en generación.
Sin embargo, más allá del conflicto puntual, su presencia es un tesoro natural. En otros lugares del mundo, ver orcas es un lujo reservado a expediciones costosas y lejanas; aquí, es parte de nuestra realidad. Pero este privilegio conlleva una responsabilidad: aprender a convivir, respetar su espacio y proteger el delicado equilibrio de este ecosistema.
El Estrecho no es solo un canal de agua; es un corredor migratorio vital para atunes, cetáceos y aves, y un laboratorio natural para la ciencia. Las orcas que lo visitan forman parte de un patrimonio vivo que conecta culturas, economías y naturaleza.
Respetarlas significa mucho más que admirarlas: implica entender que su presencia nos habla de la salud del mar, que la coexistencia pacífica es posible y que, en un mundo donde la vida salvaje retrocede, todavía hay lugares —como este— donde sigue rugiendo la libertad.
Aquí, en Tarifa y su entorno, ver una orca no es solo una postal: es un recordatorio de que vivimos en uno de los escenarios más extraordinarios del planeta. Y eso, más que un derecho, es un regalo que debemos cuidar.