El asesinato a tiros de la Presidenta de la Diputación y del PP de León es un hecho lamentable y difícil de explicar, aunque su lugar en los medios debería estar en las páginas de sucesos, porque según la hipótesis de la policía y de Interior se trata de una “venganza por motivos laborales”. Todo parece indicar que de una relación de afecto entre Isabel Carrasco, Presidenta de la Diputación, y Montserrat Triana, hija de la detenida y presunta asesina, se pasó a otra de enconado enfrentamiento que ha terminado en tragedia. Y según avanza la investigación del hecho se confirma que el asesinato ha sido cometido por personas próximas a la Señora Carrasco que alegan razones de carácter privado. Así que mantengamos la calma, y no responsabilicemos de este hecho, como hacen algunos medios, a la crispación política o a un clima político enrarecido provocado por los escraches anti-desahucios. No se puede decir que este asunto sea ajeno a todo lo que envuelve a los partidos y especialmente a las siglas que defendía Isabel Carrasco. Este es un asesinato cruel, inútil y violento que produce vergüenza y desasosiego. La muerte no resuelve nada. Asesinar a alguien por un despido o discrepancias políticas, si se confirman los hechos, es intolerable y merece el rechazo y la condena de todos. Pero nada más, no puede ni debe tener mayor significación, relevancia o reacción política. Sin embargo, hechos como este deben y pueden ayudarnos a reflexionar sobre la reacción y critica de la gente ante la actitud de determinados políticos. Y sobre su rechazo, al entender que no se ocupan de resolver los problemas de los ciudadanos que los eligieron, es más, pensamos que solo están obsesionados por sus luchas sectarias y por mantenerse en el poder a toda costa. Por supuesto, debemos salvar, porque es de justicia, a tantos políticos con vocación de servicio, íntegros y honestos, que haberlos los hay. Son dignos del cargo que ocupan, aunque a veces tengan que tomar decisiones difíciles y complicadas. Pero al igual que hablamos de nuestros representantes, también tenemos que decir algo de los representados. Hay muchos ciudadanos con un desconocimiento irresponsable ante los problemas de la política, no saben o no quieren saber y después se quejan, sabiendo que si los ciudadanos no hacen política alguien la hará por ellos. Muchas veces esa Política tiene que conciliar intereses divergentes y beneficios comunes difícilmente compatibles. Por eso no solo es aconsejable sino necesaria alguna forma de educación específica sobre los requisitos y las obligaciones de la ciudadanía, asignatura boicoteada en España de forma interesada por los sectores clericales más oscurantista y la derecha más reaccionaria. Creo que tenemos que cambiar todos, porque resulta suicida para nuestro país consentir una Política con tan poca participación que solo permite hablar a los poderes de la macroeconomía y la especulación financiera, mientras condena al resto de los ciudadanos a una resignación acrítica o a una protesta desordenada. Los ciudadanos quieren ser escuchados y estar bien representados, precisamente por ser ciudadanos informados. Y los Gobiernos y la Unión Europea no pueden ni deben desdeñar más esas voces después de las elecciones del 25 de Mayo.