España cerró 2022 con un 20,4% de sus habitantes en riesgo de pobreza. Este porcentaje ha descendido 1,3 puntos respecto a 2021, cuando el riesgo de pobreza alcanzaba el 21,7%. Sin embargo, sigue habiendo 9.585.000 personas sufriendo riesgo de pobreza en España.
España es el cuarto país de la Unión Europea con mayor porcentaje de población en riesgo de pobreza y exclusión social. En esa situación estaban a principio de 2022 más de uno de cada cuatro españoles (el 26%), lo que iguala el porcentaje de Letonia y se sitúa por debajo de los de Rumania (34,4%), Bulgaria (32,2%) y Grecia (26,3%).
En términos generales, la situación afecta a uno de cada cinco ciudadanos europeos, un 21,6% exactamente. Eso significa que España se encuentra 4,4 puntos por encima de la media comunitaria, según la serie estadística actualizada este mes por la oficina comunitaria Eurostat.
La población en riesgo de pobreza o exclusión social, que se conoce habitualmente como tasa AROPE por su acrónimo en inglés, es un indicador que refleja situaciones distintas. En líneas generales, se refiere a personas en riesgo de pobreza (es decir, cuando sus ingresos disponibles no llegan al 60% de la media nacional) y que presentan condiciones de carencia material severa.
Otro aspecto destacado de este indicador es que la situación no es homogénea cuando se segmenta por grupos de población. En toda la UE, las mujeres se encuentran en mayor riesgo (22,7%) que los hombres (20,4%). Y con respecto al empleo, queda patente que quienes trabajan (19,1%) tienen muchas menos posibilidades de entrar en riesgo de pobreza o exclusión que los desempleados (65,2%).
Según los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) de 2023, entre los grupos de edad, la carencia material severa para los niños, niñas y adolescentes españoles en 2022 fue del 10,1 %, el dato más alto desde 2008. Frenar esa pobreza infantil, no sólo es cuestión de justicia social, sino también de “inteligencia colectiva”, ya que crecer en pobreza tiene costes a largo plazo, no solo a nivel individual, sino también para el conjunto de la sociedad.
Si analizamos bien los datos, se trata de un tema político más que económico. Aunque muchos políticos de este país, arrogantes de poder y dinero, opinan (erróneamente) que los pobres son responsables de su propia pobreza, y que ayudar a las familias de bajos recursos reduce sus motivaciones para trabajar y mejorar sus vidas.
Además, evitar gran parte de esta pobreza no supone mucho dinero en los presupuestos generales del Estado para los servicios sociales. Eso, sin tener en cuenta que, los españoles que viven en la pobreza, sean niños, niñas y adolescentes, se convierten en adultos menos sanos, cultos y autosuficientes.
Las ayudas sociales para los españoles en riesgo de exclusión por sus bajos recursos son calderillas para nuestra economía. Pero, son de gran ayuda y determinan una enorme diferencia para su bienestar. Sin embargo, no estamos haciendo lo necesario y la pobreza se mantiene. Lo pagaremos a un precio muy alto, porque recortar ayudas a niños, niñas y adolescentes puede ser autodestructivo para ellos y para el país.
Aquí estamos, como estamos, porque los adultos pobres no tienden a votar, pasan, desgraciadamente, de la política. ¡Ay! Si votaran en función de sus auténticos intereses, otro gallo cantaría. Pero, no todos los políticos de este país son unos cínicos. Menos mal. Inclusive algunos de ellos hasta se preocupan por los españoles que no votan, como hace este gobierno.
Por eso, este gobierno de coalición y progreso ha logrado mejorar el empleo, el salario de los trabajadores, el mínimo vital, rebajar el IVA de los alimentos, rebajar los impuestos de electricidad y gas, congelar el precio de la bombona de butano, prohibir durante todo el 2023 el corte de suministros esenciales, y extender el bono social. Hay más, porque la primera preocupación de un Estado democrático debe ser el bienestar de sus ciudadanos, y eso es lo que están tratando de hacer este gobierno.
Siempre nos queda la esperanza, y la capacidad de vencer a la desesperanza. Este país con una nueva investidura de Pedro Sánchez, fracasada la de Núñez Feijóo, y un nuevo gobierno de coalición y progreso, debería hacer de su legislatura la más social de la historia, para solventar, o al menos, minimizar el grave problema que es la pobreza y la desigualdad en España. Lo espero y lo deseo.