Cuando oigo a alguien decir que todos los políticos son iguales, lamentando una polarización insoportable, me dan ganas de preguntarle si, por coherencia, considera que en su categoría profesional también todas las personas son iguales en su desempeño.
Pido disculpas por insistir en esto, pero me preocupa desde que la polarización comenzó a hacer mella en nuestro siempre delicado tejido político. Ahora, además, puede estar teniendo un efecto no intencionado como es el aumento de actitudes antipolíticas, que ponen en cuestión la propia democracia como el instrumento más eficaz para acceder al bien común.
En España, la palabra “polarización” fue elegida en 2023 como la palabra del año, pero este 2024, la Fundación RAE ha escogido “Dana”. Personalmente, me gusta más la palabra “enmerdar”, que es la elegida por el diccionario Macquarie, el más antiguo de Australia. Esta palabra nacida para explicar el deterioro de las redes, se aplica ahora para describir un patrón de calidad decreciente en medio mundo. Y parece perfectamente válida para España, Europa y sus circunstancias.
Porque en España el debate político se está “enmerdando” de forma deliberada y con objetivos muy concretos. Se ha enmerdado la defensa de los derechos humanos, por ejemplo, con la idea de que los inmigrantes pueden ser desposeídos de sus derechos en determinadas circunstancias; se están enmerdando los debates políticos y negando la legitimidad a gobiernos que la han obtenido de forma legal y reglamentaria; se están enmerdando o degradando las relaciones políticas y los servicios que nos importan y de los que dependemos.
Ya nada es susceptible de quedar fuera del clima de polarización y, para ello, vale todo. No es ni mucho menos la primera vez que ocurre: cuando el PP pierde el poder o no lo obtiene como preveía, la niebla política se espesa por días y se apodera del ambiente colectivo. Entonces aparecen los Tellado, Hernando, Gamarra y compañía para enmierdar todo lo posible nuestro sistema democrático.
Ahora, la incógnita a resolver por el PSOE, después de su 41º Congreso Federal en Sevilla, es por qué si sus políticas son mejores para la mayoría ciudadana (el escudo social, la ampliación de derechos, impuestos progresivos, menos desempleo, crecimiento económico, etcétera) cada vez más gente vota en sentido contrario. ¿Por qué? ¿Qué está pasando?
Puede ser que la polarización, que hace casi dos décadas se denominó “estrategia de la crispación”, ahora tiene como única finalidad movilizar a los unos, radicalizando sus posiciones para asegurarse su lealtad, y atribuir la radicalización al contrario para desmovilizarlo, aumentando su abstención electoral. Es el “ellos o nosotros”, en lugar de “eso o esto otro”.
Este Ejecutivo no ha tenido ni los usuales 100 días de tregua, sí lo pienso, no ha tenido ni uno solo, porque la leña comenzó inmediatamente, y no precisamente por peligrosas reformas radicales que alteraran el statu quo. Desde el primer día, se generó una sensación de provisionalidad que se acentuó con las permanentes declaraciones acerca de la falta de legitimidad del Gobierno de Pedro Sánchez.
Eso afecta a las relaciones entre los que mandan y la oposición, a la vida cotidiana de algunas instituciones centrales para el sistema como el Congreso, el Senado y la Justicia, donde se están cerrando los ojos a claras violaciones de los usos y normas democráticas. Y, sobre todo, a la convivencia entre los ciudadanos, generando una creciente situación divisiva, nada buena.
Las características de esta polarización suelen ser idénticas en todos los casos: la deslocalización de la crítica al Gobierno, trasladándola desde unas Cortes, convertidas en jaulas de grillos, a los medios de comunicación y las redes sociales, de modo que el discurso parlamentario busca cada vez menos el intercambio de propuestas y de opiniones, y más el eco mediático: el efecto espejo.
Por no hablar de la desmesura hiperbólica de la crítica al adversario, sin consideración ni respeto a las reglas de la cortesía parlamentaria, y la competición entre adversarios, que desaparece para dejar paso a la descalificación sistemática y al insulto permanente, en definitiva, a enmierdar más que polarizar. ¿Cuál será la palabra de 2025? Quizás pudiera ser NO o ¡YA ESTÁ BIEN!
Un comentario
Claro, la polarización y el enfrentamiento viene solamente de los otros. Cuando Zapatero dijo a Gabilondo aquello de » nos conviene que haya tensión» se refería a la tensión arterial…Menuda panda están hechos los socialistas (y los peperos, claro). Qué lástima da ver a gente que no cambia de opinión aunque le den tortas en la cara…