Por Gabrielle Roth
«La música expresa lo lo que no puede ser dicho y aquello sobre lo que es imposible mantenerse en silencio»
Víctor Hugo
Cierra los ojos. Imagina que estás escuchando una canción que te apasiona, con la que sueñas algunos días, esa que te hace vibrar. Tal vez hasta puedas ponerla. Hazlo. Vamos a dejarnos llevar y a dar la bienvenida al otoño.
Sigues con los ojos cerrados. Comienzas a moverte ahora al ritmo de lo que suena. No importa cómo ni dónde. Una energía distinta a la de otros momentos del día recorre tu cuerpo y consigue poner en silencio tu mente.
No estás pensando, no estás hablando, no estás haciendo. Estás bailando. Bailando. Danzas.
Sigue.
Dicen en que en algunas culturas los médicos no preguntan cuándo comenzaron los síntomas sino cuándo dejó usted de bailar, y yo digo que adiós botox, bienvenido Ecstatic Dance. O concierto o festival, rock’n’roll en estado puro, que bailes como bailas tú y te quites las telarañas.
Presencia en este momento.
Accede a través del ritmo a esa dosis de locura necesaria en nuestra composición, suplantada tantas veces por kilos de materia gris con la que hemos abandonando sin verlo nuestra mezcla original en favor de una mezcolanza de mucha peor calidad que la que traíamos de serie.
Y respira.
Como dice Gabrielle Roth, «el camino al yo no es línea recta sino círculos, ciclos y olas y en tu centro más profundo está el punto de quietud». Tú eres el ritmo, el sentimiento, la energía sexual, la fuerza vital y la vibración.
Tú eres el centro moviente.
Respira.
No te puedes despistar.
En este lunes de otoño yo deseo que estés bien.
Que hayas despedido al verano dentro del ciclo vital, haciendo del hábito un rito, y que antes de que una mañana tu aliento se convierta en vaho, tengas, como la Bandini, listo el caldo en la nevera (en el lugar del gazpacho).
Que el lunes te pille bailando.
Y que tengas un día bueno.
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Mapas para el éxtasis
Gabrielle Roth
El curandero herido que hay en mí sabe que la curación de nuestro forzado cuerpo viene de nuestra capacidad de potenciar nuestro cuerpo, corazón, mente, alma y espíritu una vez más, llevándolos a la unidad vital. Curación espiritual significa responsabilizarse de ser una persona entera. Tenemos la responsabilidad de ser un cuerpo, tener un corazón, poseer una mente, despertar nuestra alma y abrir nuestro espíritu. Necesitamos portarnos como es debido con nuestro cuerpo, purificar nuestras relaciones, usar la mente para una libertad creativa, no para la esclavitud, liberar el alma del ego y emprender el viaje espiritual. Una persona entera es una persona inspirada, una persona que encarna el espíritu.
Enfermedad es inercia; curación es movimiento. Si pones el cuerpo en movimiento, cambiarás. Estamos hechos para movernos: de fluido a staccato, pasando de caos a lírico, y de vuelta a la quietud de la que procede todo movimiento.
Si dejas que tu corazón se mueva, se abra a los riesgos y a la aventura de los sentimientos, dejándolos llegar a la compleción, cambiarás.
Si liberas la mente para experimentar y completar cada uno de los ciclos vitales, integrando sus enseñanzas y tareas, cambiarás.
Cuando dejamos de movernos por la vida es cuando quedamos atrapados fuera de lugar, cuando reaccionamos ante situaciones de adulto con emociones infantiles. Movernos totalmente por la vida nos hace enteros, íntegros.
Si despiertas tu alma, cambiarás. Haz intervenir a tus personajes. Obsérvate y represéntalos. Domínalos y serás libre para ser, sentir, pensar y actuar como tu yo inconfundible.
El espíritu en movimiento sana, expande, entra y sale en círculos del cuerpo, moviéndonos por las capas de la conciencia, llevándonos de la inercia al éxtasis. Ábrete al espíritu y éste te transformará.
El movimiento es mi medio y mi metáfora. Sé que si a una ola de energía se le permite completarse, produce toda una nueva ola y en realidad eso es lo único que sé de verdad. Remontar esas olas significa unirse al baile cósmico del AMOR que, como dice Dante, «mueve al sol y a las demás estrellas«.