Existe en nuestro país una relación viciada entre política y periodismo cuya principal víctima es la sociedad y la ciudadanía. Esto ocurre cuando unos medios acuciados por la crisis y convertidos en buques tocados por deudas y créditos dependen, en parte o en mucho, precisamente de los causantes de la crisis. Así que no pueden hacer otra cosa que defender al sistema ideológico imperante. La contrarrevolución neoliberal, que estamos sufriendo, está trabajando desde el principio de la crisis por cambiar el sistema económico, degenerándolo, para obrar a favor de unos pocos a costa de la mayoría. Y para lograrlo, favorece a la vez una educación y una información que no permitan cuestionar o afrontar lo que están haciendo. Con prensa adepta es más fácil vender la política de austeridad de la troika como está haciendo desde las generales de 2011 el Partido Popular.Pero, ¿son conscientes los ciudadanos de por qué sucede lo que tan duramente está afectando a sus vidas? Creo que depende de quién se lo cuente y cómo se lo cuenten. Decía la periodista Rosa María Calaf que en ningún país visitado o conocido, excepto China, se practica la “rueda de prensa” sin preguntas sobre lo dicho o explicado por el político de turno. Aquí es práctica habitual en las “ruedas de prensa” que no haya replica o preguntas posteriores quedando el político con la última palabra, aunque mienta. Además, la permanente presencia de políticos en los medios sin aportar información alguna, sino manifestaciones de su propaganda ideológica, en gran parte de los casos sitúa en muy mal lugar al periodismo español y es, en algunos extremos, insólita. Por eso hoy los políticos y los medios sufren una crisis de credibilidad, pero los ciudadanos siguen demandando y con razón buenos políticos y buen periodismo.Existe una tesis acertada o no -yo la cuento- para explicar la menguante confianza del público en los medios: la gente no cree ya en opiniones autorizadas, porque los periódicos han perdido la condición de “sumos sacerdotes” de la noticia. Las redes sociales permiten ya a sus usuarios acceder directamente a la información, y eso implica un mayor control sobre lo que se publica en los medios impresos. Hace menos de un mes un periódico nacional informaba, según nota policial, de la detención de un grupo musical por las letras de sus canciones, pero el medio no sabía que un juez había archivado la denuncia, y que uno de los detenidos había desmentido los hechos a través de twitter. La noticia se siguió publicando.Creo que este caso pone de relieve la necesidad, recogida en los Libros de Estilo de los periódicos, de utilizar más de una fuente al redactar las informaciones, sobre todo cuando pueda existir controversia sobre lo que se cuenta, pero a veces se les olvida. Estas reflexiones me llevan a pensar algo que he manifestado anteriormente: Los lectores siempre tienen la razón. El periódico es de los lectores y hay que respetarlos. Los entrevistados tienen derecho a comprobar sus declaraciones, y si fuera el caso, rectificarlas, porque si se equivoca, se equivoca el periódico. A los medios les va en ello la credibilidad, que es tanto como decir la supervivencia. Porque no tengo la menor duda, el poder de los periodistas como el de los políticos es, en realidad, un poder delegado por los lectores y los ciudadanos.