El ultimo de ellos el que los siete alcaldes de la Comarca, maestros en la confrontación en el seno de la Mancomunidad de Municipios aprobaron tras ponerse ocasionalmente la chaqueta de la unanimidad. Y como español pese a que no he llevado el escudo de España en la correa del reloj ni una pulsera con los colores rojo y es más sin haber votado nunca a la derecha, entiendo que el desafío de los independentistas catalanes, exige una respuesta proporcionada y acorde con tamaña provocación que traspasa todas las líneas rojas y que llamando las cosas por su nombre es un golpe de Estado, que obliga al Estado a pasar de jugar a la defensiva al ataque, entendiendo esto, que no se trata de poner a la cabra con la Legión detrás a desfilar por Barcelona, pero si el aplicar la Constitución hasta sus últimas consecuencias y una vez restablecida la legalidad,y no antes, poner en valor lo de «hablando se entiende la gente».
Y aquí viene a lo justo destacar el democrático silencio del Ejército, aunque no cabe duda de que «la procesión va por dentro», así como los dos avisos a los navegantes enviados por dos miembros del Ejecutivo. El ministro de Exteriores, Garcia-Margallo afirmando que «Mariano Rajoy ha pasado de ser el presidente del Gobierno al en jefe», mientras el ministro de Interior, Fernández Díaz mandaba un mensaje tranquilizador en el sentido de «no enviaremos a la Guardia Civil a desfilar por la Diagonal como seguramente desearían los independentistas».
Y volviendo al desfilar, por la Moncloa han desfilado ya los líderes del PSOE, Ciudadano, Podemos, UPyD y de los sindicatos UGT y Comisiones Obreras y el de los Empresarios, todos los cuales además de fotografiarse con el «comandante en jefe», se han retratado de cuerpo entero, mirando de reojo a la captación de votos en las generales y algún otro tirándose a la piscina sin agua. Acabo mi elucubración con un refrán: «a grandes males, grandes remedios»