Cada vez que los políticos del PP hablan de la «herencia recibida» resulta un escarnio para la opinión pública, porque sus mentiras no ayudan a saber de dónde viene y cuáles son sus responsables.Cada vez que los ministros y el presidente de este Gobierno apelan a la herencia recibida, como hizo Rajoy el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados para justificar su errónea política económica de ajustes, recortes y austeridad, me indigno y cabreo, igual que haría cualquier ciudadano que piensa y lee. Sobre todo cuando dicen mentiras como “lo único que no podemos hacer es volver a las políticas económicas que nos han traído hasta aquí”. En esos momentos, me siento obligado a tirar de números y hemeroteca para descubrir a estos trileros de la política.La crisis, que estamos padeciendo en España desde el año 2008, no tiene nada que ver ni en su origen ni en su desarrollo -como nos dicen- con el déficit público, pues en la época de Zapatero había superávit. Ni siquiera con la deuda pública existente entonces, que era muy baja, sino con la inmensa deuda privada motivada por la gigantesca burbuja especulativa inmobiliaria, activada por el PP de Aznar en 1998 con su famosa ley del suelo, que multiplicó el exceso que ya entonces era irracional del sector de la construcción: 14% del empleo global en España, el doble que en Alemania. Pues bien, ese año, José María Aznar aprueba una ley del suelo que decía “Todo el suelo se declara urbanizable, salvo que este expresamente prohibido” y cuyos resultados han resultado catastróficos.Con ese principio liberal se favorece el boom inmobiliario de la construcción. Pero no en el sentido que decía el PP de aumentar el número de pisos para bajar los precios de los mismos, sino en el especulativo, es decir, adquirir viviendas endeudándose, no porque fueses baratas, sino porque eran caras y en el futuro lo serían más, con lo que se podría especular con ellas. Qué equivocados estaban. La construcción crecía a un ritmo de un 5% anual, se construían casi seis millones de viviendas -más que en Alemania y Francia juntas-, el 30% del total existente hoy. Pero lo más grave es que la economía especulativa estaba acabando con los recursos para la economía productiva. Después, como era de suponer, vino lo que vino. El grupo madrileño SKA-P, cuyas canciones se caracterizan por su inconformismo, lo cantaba sin contemplaciones: «No tengo ni un puto duro, estoy en la puta calle, / me he quedado sin currelo. / No he pagado la hipoteca, han expropiado mi casa/ y casi voy al talego».La responsabilidad de Zapatero fue no pinchar la burbuja inmobiliaria cuando llegó al Gobierno, sino cabalgar a lomos de ella. Ese fue el gran error de Zapatero y de su equipo económico, no haber detectado la peligrosidad de la burbuja y no haberla desactivado o embridado a tiempo. Pero si se exceptúa este extremo, el papel de los socialistas no fue determinante, ¿quién se hubiera atrevido a dar la mala noticia cuando este país vivía la euforia de los primeros años 2000? De acuerdo con este relato, poco controvertible, seguir hablando de la «herencia recibida» es un escarnio a la opinión pública, que está perfectamente informada y que no sale de su perplejidad cada vez que la mencionan los políticos del PP.
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