La Ética y la guerra Palestina. Por Ángel Luis Jiménez

Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, dice en sus muchos ensayos sobre Ética que “si no tomamos nota de lo cara que sale la falta de ética, en dinero y en dolor, el coste de la inmoralidad seguirá siendo imparable. Y aunque suene a tópico, seguirán pagándolo los de siempre: los más vulnerables”.

De hecho, ahora tenemos demasiados ejemplos de las consecuencias de la falta de ética en las conductas de muchas personas con responsabilidades o poder político. Es el caso del “premier” israelí Netanyaue, imputado por corrupción  y abuso de poder por el fiscal general del Estado de Israel.

Entre otras cosas, la ética sirve para abaratar costes en dinero y sufrimiento de aquellos que dependen de nosotros o del Estado. También para aprender que es más prudente negociar o cooperar que buscar el máximo beneficio individual o político, caiga quien caiga.

En estos días, aparecía en la prensa información sobre el funcionamiento del escudo antimisiles israelí, capaz de interceptar hasta un 85% de los cohetes palestinos lanzados desde Gaza. No cabe duda de la gran ventaja que supone en protección para Israel, pero al parecer tiene un gran problema: su coste.

Ese escudo antimisiles, llamado la Cúpula de Hierro, ha costado 800 millones de dólares. Y su puesta en funcionamiento, una cifra similar. Sin embargo, el pasado 7 de octubre, este sofisticado sistema de protección se vio superado por el sorpresivo ataque del grupo palestino Hamás.

El devastador operativo, que involucró asaltos coordinados por aire, tierra y mar, tomó a todos por sorpresa. En las primeras horas del ataque, en la denominada Operación Tormenta Al-Aqsa, Hamás lanzó más de 3.000 misiles hacia Israel desde la Franja de Gaza, con más de 1.500 muertos y 6.400 heridos, según la ONU.

Este escudo antimisiles actúa como una cúpula que detecta misiles en un rango de 4 a 70 kilómetros. A su vez, la batería antimisiles responde disparando otro misil, tipo Tamir, para interceptar los enviados desde Gaza.

Cada misil interceptor Tamir, con sus 90 kilos de peso y tres metros de largo, tiene un coste de fabricación y lanzamiento de entre 35.000 y 50.000 dólares, mientras que los misiles empleados por las fuerzas palestinas, usualmente cohetes Qassam, tienen un coste de 800 dólares.

El Gobierno de Israel tiene a su disposición 10 baterías móviles de defensa. Pero debido a su alto costo, la Cúpula de Hierro solo se activa para detener los misiles que supongan una amenaza para la vida de los israelíes.

El escudo inteligente no dispara, si determina que un misil o cohete entrante aterrizará sin causar daño. Además, hay un número limitado de interceptores Tamir, y recargar el sistema puede llevar tiempo. Algunos expertos creen que Hamás estudió esas vulnerabilidades del sistema para su ataque del 7 de octubre.

Los analistas coinciden en que ese ataque de Hamás fue un enorme fallo de la inteligencia de Israel. Ahora los ciudadanos israelíes se preguntan si la cúpula de Hierro quedó superada por los misiles de Hamás. El costo de oportunidad es tremendo, pero la población israelí daría por bueno ese gasto, si realmente sirviera de protección, porque su costo acabaría pareciendo un mal menor. Pero no ha sido así.

El Ministerio de Defensa de Israel dice que el escudo es capaz de manejar múltiples amenazas simultáneamente con una tasa de éxito de hasta el 85%. Pero el sábado 7 de octubre la intensidad del ataque inicial de Hamás saturó al sistema. Por tanto, no es tan eficaz.

La Cúpula de Hierro es una gota en el océano inabarcable de esos gastos en industria bélica, increíblemente elevados, que se detraen para la defensa, la guerra o la muerte y que podrían emplearse en universalizar la educación y la sanidad, o en crear puestos de trabajo. Y en tantas otras cosas que ayudan a humanizar la vida de la gente, empezando por los más vulnerables.

Un mundo sin compasión no es habitable para los seres humanos. Ninguna sociedad puede funcionar si sus miembros no mantienen una actitud ética. Ningún país puede salir de una crisis, sea económica o bélica, si las conductas inmorales de sus ciudadanos y sus dirigentes políticos siguen proliferando con total impunidad. Desde el luego, algo no va bien en este sistema ya sea en paz o en guerra.

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