La violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo la violación de los derechos humanos más extendida de todo el mundo.
Una de cada cuatro mujeres y adolescentes en España, de 16 o más años, ha sufrido violencia de género. Si miramos detenidamente a nuestro alrededor, esto es una de cada cuatro amigas, una de cada cuatro hijas de amigos, una de cada cuatro compañeras de trabajo, una de cada cuatro vecinas, sobrinas, madres del cole de nuestros hijos y una de cada cuatro compañeras de clase. Una de cada cuatro, que son casi cinco millones de mujeres y niñas. La violencia machista, según las cifras de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019 tiene una prevalencia altísima y está entre nosotros de manera cotidiana. La sufre desde una campeona del mundo hasta una niña cualquiera de tercero de primaria, aunque muchas veces lo hace en silencio.
Para acabar con esta lacra, el 25 de noviembre, conmemoramos el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, y lo haremos saliendo a las calles para decir basta, para reivindicar de nuevo que #SeAcabó. ONU Mujeres dará comienzo a la campaña anual que abarca todo el sistema de las Naciones Unidas, durante los siguientes 16 Días de activismo contra la violencia de género se insta a los gobiernos, las instituciones y la ciudadanía a que muestren su compromiso con erradicación de la violencia contra las mujeres y las niñas.
La violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo la violación de los derechos humanos más extendida de todo el mundo. Según la OMS, en el mundo son una de cada tres mujeres y niñas las que sufren violencia por el hecho de ser mujeres. En España se reduce, es una de cada cuatro y por primera vez ocupamos el 4º puesto en igualdad en la UE según el Instituto Europeo de Igualdad de Género. Y esto significa que las políticas que se hacen en favor de la igualdad y para erradicar la violencia machista sirven. Que las leyes sirven, que la sensibilización para desmontar estereotipos sirve, que la prevención sirve, que la conciencia social sirve, que la lucha de las mujeres sirve, que la educación afectivo-sexual sirve. Avanzamos. Pero estamos muy lejos de erradicar la violencia machista. Esa violencia que los hombres, o los chavales, ejercen sobre las mujeres y las niñas solo porque son mujeres, solo porque pueden, solo porque es una forma de reafirmar su masculinidad ante sus iguales, o solo porque creen que ellas son de su propiedad, o son inferiores, o cuentan menos, o se lo merecen.
Porque sabemos que las mujeres y las niñas en España non están libres de violencia, porque se siguen produciendo asesinatos de mujeres. Porque si las mujeres tienen miedo, no son libres, porque si para sobrevivir o protegerse han de ser valientes, no son libres. Pero también porque las diversas formas de violencia hacia las mujeres, las niñas y las adolescentes son demasiado cotidianas.
En nuestros barrios las chicas jóvenes demasiadas veces tienen que correr para llegar a casa, o tienen que poner la mano sobre su copa y no perderla de vista para estar seguras de lo que están bebiendo. Sabemos que las tocan en el autobús y las increpan a la salida del instituto, sabemos que reciben fotos de miembros en su móvil sin haberlas pedido y que internet es un terreno abonado para el acoso. Sabemos lo que es el susto en el estómago y ese whatsapp a las amigas «ya he llegado».
Pero las distintas formas de violencia, no las sufren sólo las jóvenes, las sufren las mujeres mayores cuando son agredidas, ninguneadas, apartadas, las sufrimos todas cuando no nos atrevemos a dejar el coche en un parking por la noche, cuando no nos atrevemos a tomar la palabra en una reunión para evitar el riesgo, cuando nos acosan, nos amenazan y nos insultan en las redes sociales seas periodista, política o cualquier otra cosa y, además, lo sufrimos en el trabajo, en casa, en la calle y también en las instituciones. Por eso es importante un compromiso unánime y sólido para luchar contra la violencia machista.
Para erradicar la violencia contra las mujeres es necesaria la implicación de las instituciones, la implicación del entorno educativo, de las familias, de las empresas, de los medios de comunicación, de las propias mujeres y también, sobre todo, de los hombres. Además de todos los recursos necesarios para proteger y reparar a las mujeres y niñas que ya son víctimas, además de las leyes que persiguen y castigan a los agresores, necesitamos seguir profundizando en un cambio cultural hacia la igualdad que haga imposible que esta violencia aflore. Probablemente la medida más eficaz en este sentido sea la educación afectivo-sexual en todas las etapas de la escolarización, ya que es una herramienta que, adaptada a cada edad, permite a niños y niñas conocer su propio cuerpo, establecer límites, identificar comportamientos indeseados, aprender sobre relaciones saludables y desde el respeto, luchar contra los estereotipos e identificar cuán perjudicial es la banalización de la violencia de género que impera en sus redes sociales.