Sólo tuve dos opciones: ser poeta o volverme loco. RM Rilke.
Lunes, dieciocho de noviembre.
Todo no vale, no. Cualquier explicación no sirve, la disculpa casi siempre sobra y una rectificación cualquiera resulta más que vulgar, sobre todo si no dignifica el agravio que la precede. Ante una equivocación, no hace falta ser tan valiente, pero sí se necesita cierta dosis de humildad o, en su habitual ausencia, un poco de delicadeza, señora, algo de sensibilidad, señores, para al menos disimular lo abultado de sus egos.
Vengo de aprender estos días. He aprendido, por ejemplo, que la diplomacia evita incomodidad pero genera problemas, mientras que la verdad genera incomodidad pero evita muchos problemas. Digamos que una puede expresar muy diplomáticamente «lo que ha pasado estos días en relación a las ONG de la ciudad donde vivo (Burgos)» o escribir desde la verdad que está hasta el coño de la incompetencia de quien toma una decisión inmoral, y luego, ante la respuesta social -el colegio de sus hijos, funcionarios, empresarias, el mismísimo MP…- recula hacia algo indecente. Poner cantidad y precio a la calidad humana no creo que tenga remedio y además huele fatal.
Otra cosa que he aprendido es a hablar con el diablo. Hay que hacerlo con suavidad, despacio. Conviene no inflamar su llama porque es justamente el demonio quien guarda bajo llave el tesoro. Y lo monstruoso, si escuchamos, justo es lo que pide auxilio dentro de nosotros.
Claro que eso está muy lejos de dormir con Satanás (volviendo a la diplomacia) y someterse a sus mandatos. Es mejor a lo Erin Brokowich, con un chupito en la barra, y poner sobre la mesa las 634 blow**** de los últimos cinco días -¡qué cansancio!-, recuperando con ello el estatus. Eso sí es tener agallas, metáfora necesaria.
Y ojo con la narrativa. El fanatismo antepone el relato a cualquier forma de vida, y por eso antes de ejecutar necesita cosificar a sus víctimas. Así que mucho cuidado, especialmente si hablamos de personas en vulnerabilidad. Ahí la palabra es sagrada.
Y así vamos, paso a paso. Haciéndonos algunas preguntas:
¿Quién eres tú? ¿De dónde vienes? ¿Qué es lo que canta tu alma?
Responde si puedes, revisa. No cabrees al futuro. Si es demasiado por ahora, detente. Ve de lo difícil a lo amable. Libérate de ti, hazte nadie. Soberanízate como adulto. Eso también lo he aprendido.
Y que la fuerza te acompañe.
Detrás de cada historia. Jordi Amenós.
En un mundo que invita a engañar con historias, es bueno recordar el antídoto: la mirada amable que hay en nuestros ojos, que nos permite vernos más allá de lo que nos contamos. Que permite descubrir la sabiduría del dragón de la cueva. Logramos nuestros objetivos, como decía Sheldon Casdan, no cuando conseguimos lo que queremos sino cuando estamos de acuerdo con lo que somos.
El despertar de nuestra mirada compasiva permitirá ver qué hay detrás de nuestra herida; tras ese lugar oculto se esconde el tesoro. Dones, comprensiones, amores, ideas y renacimientos están ocultos en cofres en la oscuridad y ahí siguen, esperando nuestra rendición al viaje. Ocultos en nuestra biografía, en nuestra historia familiar y en cualquier experiencia humana que pueda compartirse de forma digna.
Las adversidades internas, disfrazadas de dragones, son aliadas que nos acompañan al encuentro de nuestra alma.
El mundo, y más con los retos terriblemente peligrosos que nos acechan en este momento, necesita personas que puedan descubrir su identidad más allá de la concepción individual y cotidiana y que recuerden el origen de la naturaleza de su alma. Seres humanos que puedan mirar más allá de las deshumanizaciones de sus historias, con ojos adultos y con el brillo alegre de los niños que viven en nosotros. Personas con el corazón abierto que cuiden de la comunidad eterna.
Es el momento de recuperar nuestras propias voces silenciadas por el ruido y cantar, recitar, narrar en ellas las historias míticas que desde hace miles de años nos invitan a la sabiduría ancestral para saber que la vida se sostiene por la entrega comunitaria de millones de anónimos que cumplen una función vital para que se sostenga la esperanza en el mundo.
Mientras la dureza, la mentira y la locura del mundo siguen avanzando, dentro de cada uno de los habitantes de la Tierra hay una infancia eterna que narra el canto ancestral y sabio del universo. Contemplar lo que hay detrás de las historias nos permitirá rendirnos a él para renacer y sanar nuestra relación con la dimensión imaginativa y así podremos hacer las paces con nosotros, pues tras el dolor de tu herida hay una enorme belleza y el mundo la necesita.
Un comentario
Bella es la verdad