Ocurrió en cuestión de minutos. El fuego apareció cerca del Hotel Punta Sur de Tarifa, empujado por un viento de levante que convertía cada chispa en amenaza. Pero antes de que las llamas alcanzaran a devorar lo que encontraban a su paso, un ejército inesperado se plantó frente al incendio: el propio equipo humano del hotel. Es la foto del día, «bomberos sin capa…»
Las primeras en reaccionar fueron las limpiadoras. Armadas con cubos de agua, formaron una cadena improvisada que empezó a regar la tierra y a frenar el avance del fuego. Mientras tanto, el equipo de mantenimiento desplegaba mangueras, activaba aspersores y, sin perder de vista las casas cercanas, se esforzaba por proteger cada rincón en peligro. Sabían que si el viento cambiaba, el desastre estaba a un giro de dirección.
La llamada a la responsabilidad resonó más allá de los que estaban de turno. Tony, un empleado que estaba de vacaciones, llegó sin pensárselo dos veces, cargado con mangueras. Incluso “el Nene”, un ex trabajador, apareció para arrimar el hombro —y la pala—, y acabó sudando la camiseta junto a los efectivos de Infoca.
Los bomberos, que llegaban con recursos justos, agradecieron cada par de manos. Porque aquel fuego no era solo de los que combatían con uniforme: era de todos. Algunos clientes se ofrecieron a ayudar, y el Hotel Hurricane, en un gesto fraternal, movilizó a su propio personal. Salieron corriendo al rescate, con la energía que su nombre anticipa, todo en “modo huracán”.
En medio del caos, alguien debía poner orden. Ese alguien fue Walter, el recepcionista de Punta Sur. Desde su puesto improvisado de mando, organizó a todos como si aquello fuera una operación ensayada: “tú con los cubos, tú con la manguera, allá con las palas”.
Gracias a ellos —a las limpiadoras, a los de mantenimiento, a los empleados que dejaron sus vacaciones, a los ex trabajadores, al equipo del Hurricane, a los clientes que no se quedaron de brazos cruzados—, el fuego no fue más que un susto. Podría haber sido mucho peor.
Pero aquel día, Tarifa recordó que a veces el coraje no lleva uniforme, que las mejores brigadas se forman con voluntad, y que siempre hay quienes no permiten que todo arda.