Una intervención de emergencia ejemplar permitió este viernes el rescate con éxito de dos personas de nacionalidad alemana en las aguas cercanas al Faro Camarinal, en la zona de Atlanterra (Tarifa). El incidente se produjo cuando un kitesurfista y un conductor de moto acuática quedaron a la deriva tras enredarse las cuerdas del kite en la moto, lo que les impidió maniobrar y los dejó a merced del viento y la corriente.
La rápida activación del protocolo de emergencia y la eficaz coordinación entre los distintos cuerpos implicados fueron claves para evitar consecuencias mayores. En el operativo intervinieron Salvamento Marítimo, efectivos de playa —con el uso de un vehículo RINO y una moto acuática—, Policía Local y vecinos que prestaron su ayuda desde tierra.
Los equipos de playa lograron rescatar en primer lugar al practicante de kitesurf. Posteriormente, se rescató al conductor de la moto de agua, que se encontraba varado y en situación de riesgo al estar siendo arrastrado mar adentro. La Salvamar de Barbate colaboró en esta segunda operación, realizando el traslado del afectado a un lugar seguro.
Desde el Ayuntamiento y los servicios de emergencia se ha querido destacar y agradecer la profesionalidad y coordinación mostrada por todos los efectivos participantes. Una actuación conjunta que pone de manifiesto la eficacia del dispositivo de seguridad y socorrismo en la zona durante la temporada estival.
Viento contra motor: la difícil convivencia en el mar
Quienes practican deportes de viento —kitesurf, windsurf, wingfoil— saben que cada racha es un regalo. El mar, cuando sopla levante o poniente, se convierte en un espacio de libertad, técnica y armonía con la naturaleza. Pero esa experiencia se ve cada vez más comprometida por un factor que no tiene que ver con el viento, sino con el ruido y la velocidad: las motos acuáticas.
La convivencia entre estas disciplinas es compleja. Mientras los riders dependen del viento, el control del cuerpo y el respeto a las zonas balizadas, las motos acuáticas suelen moverse con libertad, potencia y, en demasiadas ocasiones, sin atención a las normas ni al entorno. Esto no solo pone en riesgo la seguridad de quienes practican deportes de viento, sino que rompe el equilibrio natural de una costa que intenta ser compartida.
El problema no es la existencia de las motos en sí, sino su uso irresponsable. Entrar en zonas balizadas, cruzar a alta velocidad entre riders, o acercarse demasiado a la orilla son conductas que convierten el mar en un espacio de tensión en lugar de disfrute. Y en lugares como Tarifa, donde el viento es cultura y comunidad, ese tipo de conflictos no deberían tener lugar.
La solución no pasa por prohibir, sino por ordenar, educar y hacer cumplir la normativa. El mar es de todos, pero no todo vale. La convivencia en el agua es posible si cada uno entiende su lugar, sus límites y sus responsabilidades.
Porque cuando el viento sopla y las condiciones son perfectas, lo último que debería preocuparnos es si alguien va a pasar rugiendo a motor por donde no debe.