Hoy se cumplen diez años de uno de los capítulos más intensos de la política local reciente: la moción de censura que puso fin al mandato de Juan Andrés Gil y abrió una nueva etapa en el Ayuntamiento de Tarifa. Aquel pleno extraordinario, celebrado un jueves de noviembre de 2015, marcó un punto de inflexión en la historia política del municipio y sigue siendo recordado por muchos vecinos como un día de emociones contrapuestas.
Un ambiente cargado de expectación
Los días previos al pleno estuvieron marcados por la expectación, el rumor constante y la tensión. Tarifa se dividía entre quienes consideraban la moción un paso necesario para recuperar la confianza ciudadana, y quienes la vivían como una traición política que podía poner en riesgo la estabilidad del gobierno local.
En las calles, en los bares y en las redes sociales, el tema acaparaba todas las conversaciones. La sensación general era la de estar ante un acontecimiento histórico.
El pleno del cambio
El 12 de noviembre de 2015, el salón de plenos del Ayuntamiento se llenó desde primera hora. Vecinos, periodistas y trabajadores municipales ocupaban cada rincón. En el aire, se respiraba una mezcla de nervios, indignación y curiosidad.
Cuando se inició la sesión, el silencio fue absoluto. Cada intervención de los concejales era seguida con atención, entre murmullos contenidos y alguna lágrima.
La votación final confirmó lo que muchos esperaban: la moción de censura prosperaba. En ese momento, el tiempo pareció detenerse. Algunos aplaudieron; otros se quedaron inmóviles, mirando al suelo.

Reacciones y emociones
A la salida del pleno, la Plaza de Santa María estaba repleta. Algunos vecinos celebraban lo ocurrido como una oportunidad para empezar de nuevo; otros expresaban tristeza o frustración. Hubo abrazos, discusiones y lágrimas.
Lo que nadie dudaba es que Tarifa había vivido un momento histórico. No se trataba solo de un cambio político, sino de un reflejo de una ciudadanía que empezaba a exigir más transparencia, más diálogo y más cercanía a sus representantes.
Diez años después
Una década más tarde, el recuerdo de aquella jornada sigue vivo. Para muchos tarifeños fue el día en que comprendieron que la política local también puede ser frágil, apasionada y profundamente humana.
Desde entonces, el Ayuntamiento ha vivido distintas etapas, pero aquel episodio dejó una huella imborrable: la importancia del consenso, la rendición de cuentas y el respeto a la voluntad ciudadana.
“Fue un día intenso, lleno de emociones. Tarifa cambió, y de alguna manera, todos cambiamos con ella”, resume un vecino que estuvo presente en el pleno.
Diez años después, Tarifa sigue avanzando, mirando hacia el futuro, pero con la memoria viva de un día en el que la política se convirtió, por unas horas, en el reflejo más directo de la pasión y las divisiones de todo un pueblo.
















