Lunes, Palabras de Amor. Por María Eugenia Manzano.

Vivo mi vida en círculos crecientes
que encima de las cosas se dibujan.
Rainer Maria Rilke
Miércoles, 31 de enero.
Descansa, Genia, descansa, me dicen Víctor y Paco. Yo duermo hecha un ovillo sobre un suelo de madera. Quietud en vena, cuánta paz. Al lado, una chimenea, y sobre mí, dos mantas. Ellos me velan. El ruido de alrededor no está. La voz del lado derecho, implacable, enjuiciadora, exigente y miedosa a la vez, se calla. Presencia, eje vertical. De la raíz a las estrellas. Sólo quiero ver el sol, oler la hierba, acariciar una hoja seca que se enreda con las verdes y perderme en el rumor de fondo, con el sabio océano cerca. Y volver a cerrar los ojos.
Descansa, Genia. Hago caso. Y entonces observo, abundancia. Desprendimiento primero, vacío, pérdida, lamento, silencio. Auténtica confianza, un centro inalterable de paz.
¿Por qué no has escrito Palabras de Amor estos lunes? Porque no me ha dado la gana. Así, sin ningún aspaviento. Se acabó la niña buena, que ya tengo muchos años. Paréntesis necesario y ojalá no se me entienda, porque hoy no escribo para eso. Hay un tiempo de barbecho, un tiempo para nosotros. Un proceso. Y ahí no vale la ansiedad, ni la gratificación instantánea, ni el marco operativo barato donde lo que vendo se compra, se reconoce lo que hago y se responde al momento. Integración necesaria. Pausa, parada, sosiego. Presencia y soberanía. Sólo eso.
Y una va quitándose las capas. Qué belleza lo que hay dentro. Estás preciosa, mi amor, con ese poncho de lana, tumbada abriendo los ojos, permitiendo que se muestre lo indecible a través de ti. Transparencia. Desvelada. Pureza, verdad y misterio. Madre, hija, amante, hermana, amiga, compañera, cómplice, inspiración, deseo. Con el alma al aire, sin trabas. Sin miedo al miedo del ego.
Descansa, Genia. Descansa.
Y que sea hoy un día bueno.
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Mary Oliver
El viaje
Un día por fin supiste
lo que tenías que hacer,
y lo empezaste,
aunque a tu alrededor algunas voces
insistían en gritar
malos consejos,
aunque toda la casa
se puso a temblar
y sentiste el viejo tirón
en los tobillos.
“¡Arréglame la vida!”,
gritaba cada una de las voces.
Pero no te detuviste.
Sabías lo que tenías que hacer,
aunque el viento husmeara
con sus dedos rígidos
hasta en los cimientos,
aunque su melancolía
fuese tremenda.
Ya era bastante tarde
y era una noche espantosa
y la carretera estaba llena
de ramas y piedras caídas.
Pero poco a poco,
a medida que dejabas atrás sus voces,
las estrellas comenzaron a arder
a través de las láminas de nubes,
y se oyó una voz nueva
que lentamente
reconociste como tuya,
que te hacía compañía
mientras a zancadas
penetrabas cada vez más en el mundo,
con la decisión de hacer
lo único que podías hacer.
La decisión de salvar
la única vida que podías salvar.

 

3 comentarios

  1. Si, se notaba la ausencia del amor de lunes. Quizá mejor que el amor de resto de los días de la semana.
    Y claro, leer estas geniales líneas, beber el contenido sabiendo que su sabor amargo y dulce siempre es agradable nos da un poco de calma entre tanto ruido, tanto descontrol, que intenta quitarnos la paz
    Sigue llenando nuestros días
    Gracias

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