Palabras de AMOR en lunes. Por María Eugenia Manzano

Tu tarea consiste, no en buscar el amor, sino meramente en buscar y encontrar todas las barreras dentro de ti que has construido para protegerte de él. (Rumi)
Lunes, 9 de octubre. Hay milagros cotidianos que vale la pena contar. Por ejemplo, el del viernes pasado, cuando en una reunión de trabajo pudimos ponernos las gafas de mirarnos de verdad, descubrimos que no somos más, sino que estamos aquí, somos otras, y acordamos en dos minutos, votación a mano alzada, la fecha, agenda y lugar de nuestra próxima convención general, y latió el corazón de este equipo, inmenso, inabarcable y libre. Hasta las trancas. Si es que no se puede con tanta magia. Yo, salvando a mis compañeras y lo de que el Universo no se equivoca, pienso que es lo que pasa si en el check-in te encomiendas al espíritu del gato Ramón. Lo de la magia. No hay que darle muchas más vueltas.
Deberíamos exportar el modelo de reuniones-de-curro-ligeras, no sabéis la falta que hace. Matinales sin sentido en oficinas bancarias que confunden sus buenas prácticas con objetivo comercial, sin preguntar ni si quiera lo básico, que cómo llegamos hoy, y luego se llenan la boca de poner a la persona en el centro. Encuentros por zoom recurrentes para diseñar un proceso entre  arenas movedizas, demasiada densidad, donde lo que pesa más es el ego del líder protagonista que cree que ha soltado el poder, y es incapaz de admitir la semilla de un equipazo porque le tiemblan las piernas. O tiene miedo. O las dos cosas. Reuniones-de-curro-ligeras, lo dicho. Y los milagros.
Hoy, otro día soleado. He abierto la ventana, café. Pan recién hecho, la fruta, los ojos de mi hijo Manuel. La voz de mi padre anoche, las canciones de mi madre, ¡Ay, Paquita!, mi hija en estado salvaje, tan hermosa, tan bella, tan viva. IrlandaCorreLuna, el libro. Gracias por recordármelo. Lo del sentido de la vida. Y por apreciar la belleza. No podemos despistarnos.
Que este lunes sea bueno.
Que tú puedas estar bien.


Antigua plegaria hebrea
Que tus despertares te despierten. Y que al despertarte,
el día que comienza te entusiasme.
Y que jamás se transformen en rutinarios los rayos del sol que se filtran
por tu ventana en cada nuevo amanecer.
Y que tengas la lucidez de concentrarte y de rescatar lo más positivo de cada persona
que se cruce en tu camino.
Y que no te olvides de saborear la comida, detenidamente,
aunque sólo se trate de pan y agua.
Y que encuentres algún momento durante el día, aunque sea corto y breve,
para elevar tu mirada hacia lo alto y agradecer
por el milagro de la salud, ese misterio y fantástico equilibrio interno.
Y que logres expresar el amor que sientes por tus seres queridos.
Y que tus brazos, abracen. Y que tus besos, besen.
Y que los atardeceres te sorprendan, y que nunca dejen de maravillarte.
Y que llegues cansado y satisfecho al anochecer por la tarea satisfactoria realizada durante el día.
Y que tu sueño sea calmo, reparador y sin sobresaltos.
Y que no confundas tu trabajo con tu vida, ni tampoco el valor de las cosas con su precio.
Y que no te creas más que nadie porque sólo los ignorantes desconocen
que no somos más que polvo y ceniza.
Y que no te olvides ni por un instante de que cada segundo de vida
es un regalo, un obsequio,
y que si fuésemos realmente valientes bailaríamos y cantaríamos de alegría
al tomar conciencia de ello.
Como un pequeñísimo homenaje al misterio de la vida
que nos acoge, nos abraza y nos bendice.

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