En plena celebración, con luces, risas y atracciones que giran al ritmo de la música, surge una pausa consciente en muchas ferias de nuestro país: dos horas sin música. Esta medida, lejos de restar vida al festejo, enriquece la experiencia al hacerla accesible y respetuosa con quienes más lo necesitan.
¿Qué implica esta iniciativa?
Durante dos horas diarias —generalmente entre las 19 h y las 21 h— se apaga la música y se atenúan otros estímulos sonoros en la zona de atracciones. Está pensada especialmente para personas con trastorno del espectro autista (TEA), trastorno por déficit de atención, hipersensibilidad auditiva, o simplemente quienes prefieren una experiencia más tranquila y sensorialmente amable.
Las “dos horas sin música” son una pausa necesaria que transforma una experiencia festiva en un momento de inclusividad y empatía. Lejos de quitar encanto —como algunos podrían temer— la iniciativa añade humanidad. En lugar de apagar el espíritu de la fiesta, lo hace brillar con otro tipo de luz: la del respeto, la diversidad y la alegría compartida.