En el corazón de Tarifa, entre callejuelas que guardan secretos de siglos, se levanta un edificio que parece dormido, como esperando que alguien lo despierte: el Casino y Liceo, que este año cumple 150 años de existencia. Medio siglo y un siglo más. Una vida entera en la que ha visto pasar generaciones, ilusiones, tiempos de esplendor y también de olvido.
Hubo un tiempo en que sus salones fueron centro de encuentro. Aquí se mezclaban tertulias, bailes, confidencias y música; aquí se respiraba la Tarifa de lo social, lo cultural y lo humano. El telón se alzaba y, bajo la luz tenue de las lámparas, la comunidad encontraba un espejo de sí misma. Era un espacio vivo, vibrante, en el que cada rincón latía con el pulso de un pueblo unido.
Hoy, sin embargo, ese mismo espacio emblemático se encuentra relegado, atrapado entre la nostalgia y la falta de gestión. El Liceo se ha convertido en símbolo de lo que fuimos y de lo que no hemos sabido cuidar. Un gigante discreto, testigo de la vida tarifeña, condenado a ser recordado más que vivido.
El paso del tiempo no perdona, pero tampoco justifica. El olvido nunca es neutro: es consecuencia de decisiones (o de la ausencia de ellas). Poner en valor un lugar así no debería ser imposible, y sin embargo lo es. Porque se necesita voluntad, sensibilidad y, sobre todo, la certeza de que la cultura y la memoria de un pueblo no se pueden gestionar como un trámite administrativo más.
El Casino y su Liceo no es solo un edificio viejo. Es parte del alma de Tarifa. Es una ventana a lo que fuimos, y una puerta a lo que todavía podríamos ser. Cumple 150 años, y cada uno de ellos pesa como un recordatorio de que lo que no se cuida, se pierde.
Quizás haya llegado la hora de levantar la voz. De reclamar para Tarifa un Liceo que vuelva a ser punto de encuentro, escenario de arte, rincón de convivencia. Un espacio que no sea ruina, sino renacimiento.
Porque los pueblos se miden también por la forma en que tratan su memoria. Y si Tarifa quiere ser fiel a sí misma, no puede seguir ignorando al Casino y su Liceo. Cumple 150 años, y lo que merece no es olvido, sino un nuevo amanecer.