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«Yo me crié entre olores del pescado cocido en nuestras fábricas de conservas que impregnaban la ropa de trabajo de mi madre criado con olor del sobrante del desecho de las caballas, toninos, melvas canuteras y demás cuando aún no había tanto avances ni tecnologías cuando las latas se marcaban a mano para ponerles fecha de envasado y caducidad cuando las mujeres montaba caja por caja de cartón a mano donde se almacenaban las latas que se limpiaban una a una a mano con trapos formados por hilos gordos, descargas de cajas de maderas donde las traeñas tradicionales ya perdidas estibaban las caballas que se vendían en el puerto de Tarifa o traídas de fuera como otras especies y que se descabezaban manualmente antes de pasar a su cocción en fin tuve el privilegio de nacer en una familia vinculada al mar y tener una que durante más de treinta años se júbilo siendo encargada y maestra de la fábrica de conservera de los hermanos Pérez la Tarifeña»