Diez años después.Por: Ángel Luis Jiménez

IAM/ALJ Este fin de semana se han cumplido diez años del derrumbe del banco Lehman Brothers, que provocó una Gran Recesión. Un fatídico 15 de septiembre de 2008, este banco americano de inversión cayó por un precipicio.

 

Tenía un agujero de 613.000 millones de dólares. Su caída, que nadie esperaba, fue el hito que señaló el inicio de la enorme crisis económica que, con tanto padecimiento, azotó a la humanidad durante seis largos años. Esta Recesión a lo grande fue la versión moderna del “crash” del 29, y sus efectos todavía persisten. Diez años después la faz de España ha cambiado. Las grúas no dominan el paisaje. La desigualdad y la precariedad han aumentado.

Y lo peor: muchas personas han perdido la esperanza de mejorar sus condiciones de vida, pues los niveles de empleo que teníamos antes de la crisis no se han recuperado, aunque nos digan que la llamada Depresión Económica Española, que se inició en 2008 terminó oficialmente en 2014.  Cómo pueden decir que se ha terminado cuando el desempleo que estaba en el 9,6%, en el 2008, avanzó hasta el 26,9% y hoy todavía está en el 17,2%. Millones de familias, a menudo las más humildes, siguen en el paro, sin otro medio de subsistencia que los subsidios.En España la morosidad bancaria creció hasta el 14,6% -cifra nunca vista y ni siquiera sospechada- y el déficit del sector público alcanzó un insostenible 11,4%. Las consecuencias de todo ello para los ciudadanos de este país fueron absolutamente demenciales: cierre del mercado del crédito, caída brusca de los sueldos, despidos en masa, congelación de las pensiones, desaparición del sistema de cajas de ahorros, rescate financiero, incremento de la desigualdad hasta ponernos a la cabeza de los países de la Unión Europea, caída en el gasto medio de los alimentos, impagos generalizados, cierre apabullantes de empresas e infinidad de familias literalmente a la calle por la ejecución de hipotecas impagadas. Todo lo anterior nos debe hacer reflexionar para no tropezar de nuevo con la misma piedra en otra crisis similar, que la habrá, porque se ha aprendido poco, y se ha hecho aún menos. Los gobiernos y las elites financieras han pretendido volver al mundo anterior al 2008 con sus políticas de ajustes y algunos pequeños retoques. No han comprendido que esta crisis ha sido el anuncio del fin de un modelo económico político y social que ha llegado a su agotamiento. La evidencia de que esto es así es que los impactos de la crisis han ido a la política y más allá. El descontento social no es sólo por la crisis financiera y económica, sino una reacción contra la hegemonía de unas elites que han roto el contrato social con los que se han quedado atrás, tirados en la cuneta, sin empleo, ingresos ni expectativas. Por eso la gente dice no creer en los políticos y desconfía de la capacidad de los poderes públicos para resolver los problemas colectivos.Pero esta crisis también tiene muchas enseñanzas que ofrecernos. La más importante, y que no podemos olvidar, es que el problema era -y sigue siendo- político, no económico: no hay nada que necesariamente impida una mejor gestión económica que asegure una mejora del empleo, de los salarios y una prosperidad compartida. El estancamiento secular solo fue una excusa para políticas económicas austeras y deficientes. Por eso, hasta que no superemos el egoísmo y la miopía que ha definido la política del PP y de Mariano Rajoy, en este tiempo, con una economía al servicio de todos, no de unos pocos, será un sueño imposible conseguir empleo, entre otras medidas, para esa generación de jóvenes que se está perdiendo, siendo la más preparada de la historia de nuestro país. Desde luego, este no es un aniversario a celebrar, sino todo lo contrario. 

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