Lo qué nos jugamos en las europeas.Por: Ángel Luis Jiménez

 Cuando veo en televisión a ese señor barbado, llamado Arias Cañete, candidato a la fuerza en las elecciones europeas por el PP, que con voz imperiosa arenga a sus compañeros de negocios con expresiones tan raciales como “hay que batirse el cobre”, no me extraña nada porque van a lo suyo. Además continúa advirtiendo que ese batirse el cobre es necesario porque estas elecciones influirán en las elecciones municipales y autonómicas que vendrán después, así que les dice a sus socios “éstas como si fueran las vuestras”. En estas elecciones como en otras anteriores la mayoría de los candidatos ni creen ni sienten lo que dicen, por eso no emocionan sus discursos, ni nos los creemos. Además, no se muestran como personas normales con sus fortalezas y debilidades y sentido del humor, sino como auténticas mascaras o actores interpretando un papel. O más bien como paseantes de  vanidades o creídos de su bien hacer, lo cual es aún más grave. Imagino que el bocado europeo debe ser suculento visto el empeño de todos los partidos en que su potencial clientela no se quede en la cama el 25 de mayo y vote masivamente. Debe serlo porque de estas elecciones los europeos saldrán más unidos o divididos. En principio, tendremos un Presidente de la Comisión o un Gobierno europeo designado por el Parlamento, por tanto, un modelo social integrador más fortalecido, una mayor tolerancia entre federalistas y más democracia, aunque todo esto deberá conjugarse con una aceptable gestión tecnocrática. Esto es lo que está sometido a prueba el 25 de mayo. Y no solo por la crisis sino también porque a su amparo están fructificando movimientos que propugnan salidas egoístas, xenófobas, eurohostiles y reaccionarias. Si los rugidos de esas minorías salvajes y antidemocráticas se amplifican en el Parlamento europeo por culpa de una fuerte abstención, los demócratas no podremos lamentarnos después sobre los déficits de liderazgos o la falta de arrastre emotivo de los programas en liza. Así que los ciudadanos deben exigirse a sí mismos, y no solo a sus representantes, coherencia. No solo debemos preguntarnos qué hace Europa por nosotros, sino qué hacemos nosotros por una Europa que ha venido garantizando hasta ahora un entorno de paz y mecanismos suficientes para recuperar el bienestar social, que ahora estamos perdiendo. Ha llegado la hora de la gente, ha llegado la hora del protagonismo popular y ciudadano. Así que es vital que la ciudadanía, ante la insuficiente oferta de los partidos en la campaña, demande con una creciente presión soluciones sobre cómo combatir el paro, cómo crear empleo y cómo poder “garantizar” el empleo juvenil. Es hora de que los electores debatan, requieran, exijan, contrasten y vayan perfilando un mandato nuevo al elegir a aquellos aspirantes a diputados europeos que den respuesta a las cuestiones que realmente preocupan a la gente. Y para aquellos aspirantes que no saben, no responden o no se preocupan por nuestros problemas, la respuesta no puede ser otra que el vacio y el retorno a su casa, porque ni los necesitamos ni los queremos. Hay alternativas y muchos colores en el arco iris donde elegir. Por supuesto, podemos cambiar las cosas, pero antes hay que luchar por ellas, porque sin lucha no habrá victoria.

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