La certeza de que hay lugares que no necesitan artificio

La fotografía del día es de José Mora, siempre inapelable en su mirada, captura hoy algo más que un instante: captura la respiración profunda de Tarifa, ese lugar único donde el cielo, el mar y la historia parecen ponerse de acuerdo para recordarnos que la belleza existe y que sigue aquí, intacta.

El cielo se abre en capas —oscuras, densas, casi impetuosas— para dejar pasar una luz roja que incendia el horizonte. Es una herida luminosa que no duele, sino que despierta. Bajo ella, el Estrecho respira despacio, como si guardara un secreto antiguo. Las siluetas de África se adivinan al fondo, tan cerca que parecen un pensamiento más que un paisaje. Y entre ambos mundos, Tarifa: tejados blancos, piedra vieja, la iglesia, el faro… todo en calma, como si el tiempo se detuviera para que la luz pudiera decir lo que las palabras no alcanzan.

En esta imagen, Mora no fotografía un amanecer o un atardecer. Fotografía la certeza de que hay lugares que no necesitan artificio, porque su grandeza está en ser frontera y puente, en ser cruce de vientos, culturas y miradas. Tarifa es eso: un punto minúsculo en el mapa que, sin embargo, contiene océanos de significado.

Cada nube, cada destello y cada sombra parecen recordar que este rincón del mundo es insustituible. Que hay paisajes que no solo se contemplan, sino que se sienten. Que la belleza, cuando es verdadera, siempre vuelve a sorprender incluso a quienes la ven cada día.

La imagen de José Mora no solo muestra Tarifa. La celebra. La honra. Y nos recuerda que, en un mundo que corre demasiado, todavía existen lugares capaces de detenernos con solo mirarlos

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