No sé si alguien hace por imaginarse cómo será siendo abuelo, pero lo que sí sé es que los abuelos son esos locos y perennes enamorados de la vida y de sus nietos, porque sin nietos no habría abuelos y es muy triste imaginar la vida sin los abuelos, sobre todo sin los abuelos de hoy en día que son vitales porque el tiempo juega a su favor y son piezas fundamentales en la armonía familiar por circunstancias muy variadas que van más allá de lo puramente afectivo.
Cuando yo era cría en casi todas las casas de mis amigas vivía una abuela o una tía soltera que hacía las veces de abuela y si bien eran relaciones forjadas en el amor, no lo eran tanto en la complicidad que hoy en día establecen los nietos con los abuelos que son referentes y amigos y por los que sienten un amor de envidiable pureza.
El viernes 26 de julio se celebró el Día Mundial de los Abuelos y me acordé de mis abuelas tan opuestas, tan viudas, tan silenciosas y tan ajadas por una vida marcada por el sufrimiento y la guerra y miré a mi madre, abuela a su vez y quien, a pesar de ser una niña de guerra, nació en 1939, ha saboreado la vida quedándose siempre en el destello último que marca una estrella fugaz sobre un cielo negro.
Me gusta ver cómo se tratan mis hijas y mi madre y me gusta saber que ellas la quieren aún más que lo que ella las quiere a ellas, porque el amor de los nietos no está maleado y un trozo de abuelo en un día de verano sin padres es un vermú abundante, con patatas fritas incluidas, y bromas que solos los abuelos y sus nietos entienden por una simple razón: los abuelos tienen la sabiduría de haber vivido suficiente y los nietos tienen la ingenuidad de no haber vivido casi nada y pensar que todo será siempre igual: una foto fija de la mano de tu abuela en una tarde con el sol en decadencia o un regalo silencioso cuando la vejez se va imponiendo y el nieto, ya mayor, ha aprendido que atrás quedaron otros días y que ahora los días del abuelo son un libro corto que se irá escribiendo cada día con menos letras y más ausencias.
Dicen que el abrazo de un abuelo se firma con un contigo siempre hasta el final y así es, porque si bien es cierto que hay relaciones entre padres e hijos que se truncan y momentos excesivamente delicados en las relaciones paternofiliales, los abuelos siempre llegan como un soplo de esperanza y de inmensa generosidad porque aman a los hijos y también fueron y son padres.