Genoveses y los vendedores de erecciones. Por Moisés S. Palmero Aranda

No puede terminar bien, pero la culpa la tiene Krahe y su canción Villatripas, que no deja de sonar en mi cabeza después de una intensa semana leyendo datos y titulares sobre el turismo en Almería, escuchando declaraciones grandilocuentes y viendo la cantidad de museos, espacios naturales y experiencias que ofrecemos a los turistas para su disfrute, nuestro orgullo patrio y su ansiado beneficio.

Podría titular, Tengamos el turismo en paz, haciendo un juego de palabras con el lema elegido este año, Turismo y Paz, pero el ritmo chirigotero, satírico e irónico de Javier está más en sintonía con la sensación residual que la efemérides me ha dejado.

Los revisionistas culturales mandarían esta canción a la hoguera, pero yo me niego, porque forma parte de mi banda sonora y la considero una obra de arte, como el disco donde la escuché por primera vez, La Mandrágora.

Las autoridades de Villatripas de Arriba prometen un lujoso monumento para asombrar a los de Abajo. El pregón anuncia, será una gran erección. El día de la inauguración, la alcaldesa descubre una desnudita y marmórea Venus Afrodita. La erección no estuvo mal, satisfizo al personal.

Los de Abajo, con el ánimo picado, sin un duro y al grito del alcalde de «hay que vencer o ganar», deciden poner en porretas a la Jacinta, la moza de mejor pinta, y la echan al pilón sin mayor vacilación. Satisfechos, convocan a los de Arriba para comparar erecciones, y por aclamación popular, gritan que ¡la Jacinta, mucho más!

Esa es la sensación que me ha quedado esta semana, que nuestros políticos gobiernan prometiendo mayores erecciones que el vecino, a costa de lo que sea, sin planificación, dependientes de que el capital privado se fije en su territorio, y obedientes a sacrificar su patrimonio cultural y ambiental por contentarlo.

De nada sirven los sesudos estudios en los que se analizan múltiples variables y en los que se basan los planes futuros de desarrollo, porque al final es el sector privado quien decide por ellos. Y las empresas, caprichosas y exigentes, por muchas promesas de generar empleo, atraer inversores y turistas, solo buscan el beneficio suculento e inmediato.

Les da igual si la barriada al oeste de Culo Perro se la está tragando el mar, ellos, al este, prometen 141 viviendas a pie de playa. O si las playas de Villaricos hay que regenerarlas con arena cada año, mientras prometen remodelar a todo lujo el complejo de Macenas. O si luego en Vera salen las ramblas, o el mar ocupa sus calles.

Da igual si no llueve, si algunos pueblos tienen que cerrar los grifos, si los agricultores de Nijar no puedan regar sus invernaderos, si los acuíferos estén en las últimas o tienen que ofrecer camiones cisterna a sus vecinos porque el agua que queda en sus pozos es radiactiva. Ellos prometen campos de golf para evitar los criaderos de mosquitos, o en la Sierra de Alhamilla donde secarán el manantial del balneario.

Da igual si hay 22 hoteles en venta en la provincia, si el número de turistas desciende, si no hay trenes, ni aviones, ni carreteras para que lleguen, si otros destinos nos ganan terreno porque las temperaturas veraniegas son más agradables. Ellos interpretan las cifras, y unos presumen de que vienen más extranjeros, otros más familias, otros que pasan más tiempo y se gastan más dinero, otros que están en el ranking de los mejores y que los megafestivales de música electrónica serán la panacea.

Y por lo que se ve, lo que más les pone, es cargarse el medio ambiente, saltarse las leyes, y ningunear a los que sugieren menos erecciones y más planificaciones. Para conmemorar el Día del Turismo, los ecologistas convocaron una manifestación a la que asistieron medio millar de personas para recordarles a los políticos de Nijar las 260.000 firmas contra el hotelito privado que ellos quieren declarar por arte de birlibirloque de utilidad pública e interés social; las 4000 alegaciones registradas, más que votantes los eligieron para defender el bien común, y que las promesas de empleo, de conservación y protección del Cabo de Gata, de recuperación de su patrimonio cultural, son solo mentiras, engañabobos, para llenarse los bolsillos a costa del bien común protegido por ley.

De forma simbólica, una bandera apareció ondeando para reclamar una playa de Genoveses sin Hotel, pero les da igual. Sentados en sus despachos frente al tablero del Cabopoly, tiran los dados a ver si la suerte les llena las arcas y evitan la cárcel. Mientras, piensan eslóganes para vendernos erecciones, cuando nosotros, cansados de salpicaduras, gritamos que la Jacinta, la belleza natural, es mucho más. Ya intuía que esto no acabaría bien.

Moisés S. Palmero Aranda Educador ambiental

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