La mentira.Por: Ángel Luis Jiménez

En la sociedad en la que vivimos la mentira se ha convertido en algo habitual o una rutina, pero últimamente en algo escandaloso. Mienten los políticos. Y junto a los políticos, anidan y mienten, lo que calificaría como “sus secuaces”: Rato y compañía.Estos mentirosos, irresponsables y desalmados han llevado a España a la miseria y sus “secuaces” han engañado al pueblo e impedido que salgamos de la crisis económica, política y social en la que vivimos.Esta cruel realidad cotidiana que viven los ciudadanos españoles es avalada por los múltiples casos de corrupción política y económica que aparecen un día sí y el otro también en todos los medios de comunicación.

El panorama actual no puede ser más sombrío.Mentía el abdicado Rey Juan Carlos y su hija la Infanta Cristina. Mentían y mienten los presidentes y expresidentes de Gobierno como Mariano Rajoy y Felipe González o José María Aznar. Mienten los ministros y exministros como Soria, Montoro y Ana Mato o Rato. Mienten presidentes de Comunidades Autonómicas como Ignacio González en Madrid, etcétera, etcétera, etcétera. Y, por supuesto, mienten todos sus “secuaces” en las Administraciones Públicas, Diputaciones y Ayuntamientos.No existe una definición mejor sobre la mentira que la ya clásica de San Agustín: “Mentir es decir lo contrario de lo que uno piensa con la intención de engañar”.

En efecto, lo que hace de la mentira una injusticia condenable es la intención de engañar, la no consideración del otro como un igual, la utilización del otro como medio para fines bastardos. Sobran citas de los clásicos que reprueban la mentira por esa razón: Platón, Cicerón, San Agustín o Santo Tomas.Filósofos como Montaigne o Nietzche entendían la mentira como “valentía ante Dios y cobardía ante los hombres” o la juzgaban como “la aniquilación de la dignidad humana”.  “Los hombres no huyen tanto del ser engañados como de ser perjudicados por la mentira”, decían.

El problema no es que se haya mentido y se siga mintiendo, sino que ya no se crea en nada ni en nadie. Y eso remueve y altera la convivencia en cualquier sociedad o grupo humano.María Moliner en el Diccionario de Uso del Castellano define la mentira como “lo que se dice sabiendo que no es verdad, con la intención de ser creída”, y en ella se advierte la conciencia del mentiroso de que lo que dice es incierto, lo que entraña el hecho de que sabe que es lo cierto y por cuál mentira se ha reemplazado.Antonio Machado en su Juan de Mairena decía sobre los modos de decir y pensar: “Se miente más que se engaña; y se gasta más saliva de la necesaria…”.

Si nuestros políticos comprendieran la intención de esta sentencia del maestro Machado, ahorrarían las dos terceras partes, por lo menos, de su llamada actividad política.En estos días de homenaje a Cervantes en el aniversario de su muerte (1616-2016), y a su héroe platónico don Quijote, podríamos decir que Cervantes era un superhombre nietzscheano, alguien que habría podido poner como divisa de su solar estas palabras de Nietzsche: “Por más que me maltrate la vida, jamás levantaré un falso testimonio o mentira contra ella”. ¿Vale?

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