Negro sobre blanco.Por: Ángel Luis Jiménez

 Leo hoy en la prensa que España es el segundo país de la UE con mayor índice de pobreza infantil, solo por detrás de Rumania. La pobreza energética se ha disparado afectando ya a unos siete millones de personas. Esto se traduce en familias que pasan frio en invierno y calor en verano, lo que causa 7.200 muertes prematuras según la Organización Mundial de la Salud. Y casi doce millones de personas están afectadas por distintos procesos de exclusión social. Sin embargo, en España estamos viviendo por parte de los poderes económicos y del Gobierno una etapa de euforia que no se entiende con estos fiables datos. Según los portavoces del Gobierno, este país está saliendo del túnel, ya se ven los brotes verdes y al parecer estamos en condiciones de crecer este año cuanto menos al doble de velocidad de la que se había previsto. Por desgracia toda esa euforia se traduce en un crecimiento de apenas el 1%, en vez del 0,5%, en una economía profundamente deprimida, con seis millones de parados y con un 55% de paro juvenil. Pero es que además los precios caen, el comercio no vende y se acentúa el riesgo de inflación. ¿Dónde está la recuperación? Y si profundizamos un poco más, y hablamos de macroeconomía, la deuda pública este año alcanzará el billón de euros, casi el cien por cien sobre el Producto Interior Bruto, y según la Organización de Transparencia Internacional el índice de percepción de la corrupción (IPC) del sector público es de 59 puntos, colocándonos en el puesto 38 de este ranking en el que los países con menor percepción de corrupción ocupan los primeros puestos y nosotros los últimos. Pero pese a estos datos, el Gobierno sigue diciendo que vamos bien, y pone de manifiesto lo mucho que nos hemos acostumbrado a unas condiciones económicas terribles. Nos va peor de lo que cualquiera hubiera imaginado hace unos años, pero no importa. La gente parece cada vez más dispuesta a aceptar esta miserable situación de reformas, recortes y pobreza como la nueva norma para este país. Por eso me inquieto y sobresalto cada vez que un trabajador precario dice “mejor esto que nada”, porque entonces el Gobierno y la patronal se saben ganadores al imponer estas nuevas normas. ¿Como ha ocurrido esto? El premio nobel de economía Paul Krugman dice, que lógicamente, hay varios motivos, pero una causa importante es lo que llama “la trampa de la timidez”. Los buenos son muy tímidos y los malos tienen una confianza absoluta en sí mismos y en sus medidas. Además, están acompañados de grupos influyentes que se oponen ferozmente a cualquier política que suponga la creación de empleo para los parados -necesitan una mano de obra barata-, y que defienden el sufrimiento como método para meter miedo y bajarle la moral a la ciudadanía. Hay una famosa máxima del escritor americano Upton Sinclair, que dice “es difícil conseguir que un hombre entienda algo, cuando que lo entienda depende de su trabajo, su salario o su situación social”. Las cifras y los datos de este Gobierno, que conocemos cada día, parecen casi una invitación abierta a la lucha de clases, aunque el nombre y el concepto suenen obsoletos, porque todavía existen clases o grupos sociales con intereses diferentes. Y todo lo que está ocurriendo es una demostración del inicio de esa lucha de clases, de grupos sociales o de intereses diferentes, y en la que los ricos han tomado ya la ofensiva.

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