José Hidalgo de Castro.
Compañero: he leído en la prensa que pides autocritica. Me parece estupendo y deseable. Pero habría que haber empezado cuando el resultado nos fue muy adverso en las elecciones municipales y cayó en picado en las nacionales.
Hoy, compañero, esa petición se ha quedado antigua, añeja, vamos, algo rancia; hoy es el día de la presentación de los resultados de esa autocrítica, de ese juicio sobre los comportamientos u obras que los dirigentes habéis realizado y que ha llevado al PSOE a la cuasi marginalidad. Pedir autocrítica, o decir que se asumen responsabilidades políticas sin que ello conlleve acción alguna, es cuando menos, ofender a los ciudadanos.
Los errores políticos que los dirigentes del partido habéis cometido, unos por acción y otros por omisión, al recibir y aceptar, sin juicio crítico alguno, todo lo que tenía su origen en órganos superiores orgánicos o de cargos institucionales, solo tiene un camino: el apartamiento del puesto desde donde se han cometido, o se ha sido cómplice de esos errores. Las equivocaciones, en política, sólo tiene un camino: la dimisión. Los otros caminos no llevan a buenos lugares. Pueden llevar, precisamente, a enfrentamientos internos nada deseable, puesto que el Partido Socialista, como herramienta de transformación de realidades injustas, se debe más a la ciudadanía que a los propios afiliados.
Con ese pensamiento político de servicio al ciudadano, a través de un partido, es como se puede alcanzar, con plena libertad de expresión crítica imprescindible, la unidad.
Anatemizar a todo aquel que discrepa de los conceptos, llamémosle oficialistas, no es ciertamente el mejor camino para alcanzar la unidad.
La unidad es una realidad que surge de la controversia; de ese contraste de pareceres, discutidos sin animadversión y con ánimo puesto en el entendimiento teniendo en cuenta que, “el que se sienta frente a ti, posiblemente pueda tener razón”