Palabras de aMor en lunes | 90 segundos. Por María Eugenia Manzano.

Nombrar a las cosas es despertarlas:
despertar su resistencia. 
María Zambrano
Lunes, 22 de abril.
Los libros en columnas, en el suelo del mirador, porque ya no hay estanterías libres de culpa que los sostengan. Ordenados a capricho, con su propia autoridad, que va desde los leídos ya, a los que no son míos ni quiero. Hay quien esgrime política y dice que ha escrito un libro. Luego pasan por Foster-Wallas y suben hasta Sigrid Nunez, Alice Munro, Maggie O’Farrell, o la Didion. Un altarcito con velas a los pies de la cama. Chiquito, donde estás tú, mi niña, tú, cuando aprendías a escribir garabatos. La rosa que me regaló mi padre hace cinco o seis cumpleaños, la figura de Shiva y Shakti en avión desde Nepal, y una hormiga mejicana donde descansa el trabajo. Y la amistad. Mi pendiente artesano de gasa del mercadillo gaditano que elegí con Lucía y Manuel. Una pluma de gaviota de la playa de Orzán. Varias piedras en equilibrio. Una mía, otra de Elsa, otra tuya, sí, tuya, de algún rincón de la Vera. muchas que recogía Manuel antes de empezar a cumplir años y un corazón de la India de aquel PLP 2013. Cuarzo rosa en dos versiones, rodado y en bruto, como nosotras, bien sabes de lo que hablo. El pergamino de Ítaca y el ditirambo. Los dos con la calma y la furia de Los Baños de la Luz.
Y todo perfectamente en su sitio sobre una caja de vino.
Así es un trozo de mí, un trozo de lo que habito.
Que hoy tengas un buen día y puedas estar bien.
_________________________________
El mal poema
Carmen Camacho 
En ciertos momentos
resulta útil llevar en el bolso un buen poema malo,
malo o a todas luces mejorable, con indicios suficientes
-un lugar común, rimas facilonas, adverbios de emergencia-
para sospechar de él:
un poema, propio o ajeno, posiblemente malo.
Un poema de almanaque, prefabricado, auxiliar,
con estrofas de fieltro y sin salida
que amontonan palabras manoseadas
como mujeres, árbol, lunas,
memoria, tristumbre, refrectorio.
Un poema que parezca una poesía,
una carta de soldado, un chicle pegado a una carpeta,
un ripio catedrático, el tango de un progresista,
falso, previsible, desafinado,
que escondo y uso a solas
como un pedazo esculpido de látex.
Un texto de una noche,
que se pierda, que se pudra, que caduque.
Un poema de papel
donde poder limpiarme las lágrimas,
las gafas, la cicatriz, el semen.
Palabras de amor donde el amor no quepa.
Este poema, u otro,
uno cualquiera,
de bote, temporero, de pared,
vital y fucsia, como todos los poemas malos,
urbano y quejumbroso como todos los poemas malos,
malo como todos los poemas que ganan un certamen.
Pero práctico y de efectos inmediatos,
plegable y extensible
sobre el que sentarme a merendar en la era
o guarnecerme de la nube que descarga de impoviso.
Un poema feo, gastado, utilitario,
lima, abanico, naipe, encendedor,
una rampa, una navaja, un pasamanos.
Un poema
color carne
con que embridarme el pecho esta mañana,
donde curar con sal aceitunas negras
y lavar a mi padre cuando ya no se valga.

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