Palabras de AMOR en lunes. Por María Eugenia Manzano

Habrá
anarquía de las rosas
perplejidad del desierto
ola en el alma de los ríos
Las mujeres
abrirán la marcha
(De «Le soleil se meurt» [«El sol se muere»], 1992)

Lunes, último de marzo. Cambio de hora y de estación, la primavera en vena. El invierno que nos deja se queda en nuestro recuerdo. La memoria de nuestros sentidos no olvidará esta estación, y sus frutos, sus hortalizas, volverán tras un año entero, en ese milagro natural de los ciclos sucediéndose. Momento de despedida y anhelo de regreso a la vez. Nagori. Nagori, literalmente «la huella de las olas», designa en japonés algo así como la nostalgia o la saudade, aunque no hay traducción posible en una de nuestras lenguas. La atmósfera de algo que ya no es, un hogar que evoca el recuerdo de quienes lo han habitado. Lo que queda después de algún acontecimiento, o lo que deja tras de sí el paso de una persona.
Nagori de este invierno tiene y tendrá nombre propio, y desde esa integridad que hoy traen las Palabras de AMOR de este lunes, cada día once de mes alzaré la vista al cielo, repetiré «te querré siempre» de una forma inquebrantable y así hasta que llegue diciembre… que ya será en otro invierno. (Gracias, Bea querida, por el texto).
Que este día sea bueno y puedas parar este instante.
Que hoy también tú estés bien.

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La integridad es una cualidad del ser. Significa aferrarte en todo momento a tu más elevado sentido de la verdad y a tu propia visión, cueste lo que cueste. Consiste en resonar en la fibra más íntima de tu ser y nos obliga a no retroceder ni un milímetro, sea cual sea el prestigio o la autoridad de la persona o institución que se nos oponga. No por obstinación, sino por el valor silencioso de una voz interior que te dice: «Esto por encima de todo: sé fiel a ti mismo».
Integridad significa seguir en todo momento el sentido más elevado de lo que es correcto, cualesquiera que sean las consecuencias, por solitario que sea tu camino y por ruidosas que sean las burlas y mofas de la multitud y de los fariseos.
Seguir tu integridad significa «decir la verdad al poder», como dice la sabiduría cuáquera, incluso cuando el silencio serviría mejor a tus intereses. Significa aferrarte a la verdad cuando todos los que te rodean aceptan compromisos o fingen que no es realmente importante. Significa ser inquebrantable y firme cuando los demás desaparecen en los refugios subterráneos de sus miedos y timidez.
Integridad significa negarse a diluir el sentido interno de la veracidad, ya sea para satisfacer, apaciguar u obtener la aprobación de la persona amada.
Por encima de todo, integridad significa negarse a engañarse a uno mismo, a mentirse o a vivir a la sombra de medias verdades. Se puede mentir a los demás -incluso engañarlos- y ser perdonado. Pero cuando te mientes a ti mismo, ¿quién puede perdonarte? Después de una derrota de este tipo, ¿quién te ayudará a levantarte de nuevo? Incluso si eres lo suficientemente ignorante como para permitirte el supremo absurdo de engañarte a ti mismo, ¿no abandonará tu fuerza interior el barco de quien voluntariamente lo hunde de esa manera? En tales momentos, sólo la gracia puede salvarte.
Engañarse a sí mismo mata el discernimiento, que es la base de los juicios honestos y de las elecciones con sentido. Evitar conscientemente lo que uno sabe que es verdad o mentirse a sí mismo es el pecado contra el espíritu, que reside en lo más profundo de cada uno de nosotros.
La integridad, como sustancia más íntima de nuestro ser, constituye la médula de nuestra identidad y el fundamento de todas nuestras cualidades, empezando por el amor. Es la trama sobre la que tejemos las exquisitas texturas de nuestra existencia, creando un tapiz. Sin trama, no hay tapiz.
Cuando la integridad se casa con el amor en una danza alegre, forma la pareja perfecta, y nuestra existencia se convierte en una celebración de la vida.
Así pues, cuando aúllen vientos y tempestades o cuando una voz tentadora te susurre que «es inevitable hacer ciertas renuncias a tus principios por conveniencia», e intente hacernos eludir los retos que necesitamos para crecer y mantenernos despiertos, aferrémonos a toda costa con firmeza a ese cimiento interior, a nuestra integridad, pues en ella reside la verdadera vida.

Pierre Pradervand.
Extracto anterior de su próximo libro, Gentle Art of Discernment.

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