Palabras de AMOR en lunes. Por María Eugenia Manzano

Lunes, once de septiembre.
Hoy traigo a Alejandra Pizarnik, «Me oculto del lenguaje dentro del lenguaje. Sin embargo, existe en mí una sospecha de que lo esencial es indecible.» No deja de darme vueltas. Palabra ausente, a la vez escrita. Lo esencial es indecible. ¿Qué se escucha el silencio? ¿Cómo se puede expresar con tinta lo que sólo vive el cuerpo? Verdad es verdad, la experiencia sensorial es un hecho. Lo demás, construcción mental.
La promesa de cada septiembre, después de la expansión de agosto, es ir recogiéndonos un poco y prepararnos para el cambio de sentido que traerá el otoño. A la vuelta de la esquina, la transformación del equinoccio, y mientras preparar el terreno. Ceder como cede la naturaleza, desde el impulso del verano, y revisar lo nuevo aprendido, lo descubierto, lo disfrutado… Y decidir lo que ya no sirve, soltar ideas antiguas, hábitos viejos, vínculos nocivos, entretenimientos tontos. En septiembre nos preparamos para eso, para la retirada, la gratitud y la despedida de aquello que dejaremos morir. Es el mes de transición, sobre el que poder pararnos. El de la cosecha y la siega. El de las mermeladas. Ojalá se nos caiga algo más, aparte del pelo, e ir con más claridad y más ligereza hacia adentro.
Hay un un universo intermedio, entre lo visible y lo invisible, donde Dios se comunica. Y jamás lo hará con palabras. Limpiemos el canal, entreguémonos a la tierra. Imaginación creadora. «Bienaventurada tú, que no te turbas al verme.» Y quien tiene oídos para oír, que oiga. No hace falta que se me entienda.
Que hoy también sea un lunes bueno.
Y que puedas estar bien.
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Simplemente, no soy de este mundo. Yo habito con frenesí la luna, no tengo miedo de morir. Tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva… No puedo pensar en las cosas concretas, no me interesan. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie. ¿Qué haré cuando me sumerja en mis mundos fantásticos y no pueda ascender? Porque alguna vez va a atener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré siquiera que hay un saber volver. Ni lo querré acaso.
Heredé de mis antepasados las ansias de huir. Dicen que mi sangre es europea. Yo siento que cada glóbulo procede de un punto distinto. De cada nación, de cada provincia, de cada isla, golfo, accidente, archipiélago, oasis. De cada trozo de tierra o de mar han usurpado algo y así me formaron, condenándome a la eterna búsqueda de un lugar de origen. Con los labios expresamente dibujados para exhalar quejas. Con la frente estrujada por todas las dudas. Con la malicia instintiva de la prohibición. Heredé el paso vacilante con objeto de no estatizarme nunca con firmeza en lugar alguno. ¡En todo y nada! ¡en nada y todo!
Palabras, todo lo que me dieron. Mi herencia, mi condena. Pedir que la revoquen. Pedirlo con palabras. Las palabras son mi ausencia, en mí hay una ausencia hecha de lenguaje y es lo único que tengo. Este silencio de las palabras, de las que digo y escribo, es el horror, el vértigo. Pero ninguna presencia humana se me presenta como evidencia. Amigos y amantes: cuerpos vacíos e indiferenciados. Sólo hay fantasmas a los que he amado.
Alejandra Pizarnik

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