Palabras de AMOR en lunes. Por María Eugenia Manzano

«Habrá
anarquía de las rosas
perplejidad del desierto
ola en el alma de los ríos.
Las mujeres
abrirán la marcha.»
A. Laabi
Lunes, 16 de octubre. Contemplo el atardecer y un campo yermo. Tierras de Castilla, horizonte infinito. No alcanza la vista, el ojo se fatiga, tanta amplitud, ningún mar. Una mujer se escribe, yo miro al cielo. Luego a la flor que brota y se abre paso entre el cemento. Frágil y decidida, su tallo firme, sus pétalos extendidos, el cáliz que los sostiene. La agita el viento y se inclina. Permíteme que te roce, ¿puedo? Ella sola se endereza. Mis dedos sólo son yemas.
Al fin comprendo.
No hay bueno ni malo, todo es. Ni monstruo destructor con belleza contrapuesta. Forma parte. No hay Paraíso sin Tierra. Cuando el alma grita dentro no es que quiera salir fuera, es que busca su camino. Silencio, compasión, ternura. Atiende. El corazón del lado derecho. Silencio otra vez, oración, menos palabra dicha. Menos discurso aprendido, menos mental, menos metal, más aullidos a la luna. Menos líneas que limitan, menos fronteras. Raza humana, ¿qué te has hecho? Observa tu genocidio. Autodestrucción instruida. Mírate en tus espejos. Y escucha tus voces roncas. ¿Dónde dejaste el arrullo, el canto de las mujeres, de las todas las madres, de todas…? ¿Cuándo despreciaste su aliento? Es hora de volver a casa. Irreductibles de una vez,  irredentas, conocemos el sendero. Y sin culpa ya, sin vergüenza y sin miedo, nosotras abriremos la marcha.
Que este lunes sea un día bueno.
Y que puedas estar bien.

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Gioconda Belli
Mujer irredenta 
Hay quienes piensan
que he celebrado en exceso
los misterios del cuerpo
la piel y su aroma de fruta.
¡Calla, mujer! me ordenan.
No nos aburras más con tu lujuria.
Vete a la habitación.
Desnúdate.
Haz lo que quieras.
Pero calla.
No lo pregones a los cuatro vientos.
Una mujer es frágil, leve, maternal;
en sus ojos los velos del pudor
la erigen en eterna vestal de todas las virtudes.
Una mujer que goza es un mar agitado
donde sólo es posible el naufragio.
Cállate. No hables más de vientres y humedades.
Era quizás aceptable que lo hicieras en la juventud.
Después de todo, en esa época, siempre hay lugar para el desenfreno.
Pero ahora, cállate.
Ya pronto tendrás nietos.
Ya no te sientan las pasiones.
No bien pierde la carne su solidez
debes doblar el alma
ir a la Iglesia
tejer escarpines
y apagar la mirada con el forzado decoro de la menopausia.
… Me instalo hoy a escribir
para los Sumos Sacerdotes de la decencia
para los que, agotados los sucesivos argumentos,
nos recetan a las mujeres la vejez prematura,
la solitaria tristeza,
el espanto precoz a las arrugas.
¡Ah! Señores, no saben ustedes
cuánta delicia esconden los cuerpos otoñales
cuánta humedad, cuánto humus
cuánto fulgor de oro oculta el follaje del bosque
donde la tierra fértil
se ha nutrido de tiempo.

2 comentarios

  1. Al leerte,como siempre, no sólo son como palabras impronunciadas, es lo que te hace pensar; y se me ocurre que en el momento que escribes imagino un corazón latiendo, bombeando vida desde el primer instante hasta el final
    Así es tu pluma

  2. Como el suelo se alimenta de las hojas secas que se pudren y se convierte en agua y alimento, con los años se nos caen sobre la piel a las mujeres la juventud, la inexperiencia y la prisa. Al descomponerse, nutren y alimentan nuestra carne experta para que broten de nuestras entrañas los más salvajes gozos, lujuriosos placeres y genuinos deseos.
    Normal que algunos sientan miedo.

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