Palabras de AMOR en lunes. Por María Eugenia Manzano.

El exceso de comunicación verbal es la enfermedad característica de Occidente (Allan W. Watts)
Lunes, 27 de noviembre.
Me cuenta mi amigo Javier que en menos de cinco días duerme en cuatro sitios distintos, recorriendo medio Sur. A mí me ha pasado lo mismo con la zona Noroeste, y en menos de cuarenta y ocho horas me he visto habitando tres camas, desayuno, cena y comida con diferentes personas hermosas, y lo mismo que le pasa a Javier, eso que me traigo puesto. Amplitud de miras, tal vez, y el vino del viernes en casa. En casa o con los de casa, más bien. Con ese cariño cercano de quienes hace tiempo no veo y siguen estando ahí, ahí cuando apetece más, no sólo cuando toca, y me siento acompañada en la celebración de un relato. Cerca de los cincuenta, resulta casi excepcional si lo comparo con las veces que nos juntamos para ir al tanatorio.
El relato es La romería y pasa que gana un premio. Llego tarde a la lectura, me siento en la fila de atrás. El señor de al lado me dice que «ha sido una tal María Eugenia la ganadora de la categoría de temática musical» y yo me siento confusa, que es como llevo casi toda la semana. Entonces caigo en la cuenta del microrrelato reconocido y no salgo de mi asombro.
Me quedo hasta el final del acto, recojo el premio, llamo a mi madre. Soy una escritora colgada, despistada, aturdida, me río sola por la calle, me celebro yo también, cojo el coche. Pongo un mensaje a Daniel, miro al cielo, va por ti también, mi amor, gracias por acompañarme, y llego a Casa Minuto. El viernes comenzó potente y no había llegado el final.
¡Madre mía, cuando sin invocarlos responden todos los Dioses!
Después Miguel y los demás. La verdad de cada cual y el que esté libre de culpa, que vaya a tirar la piedra, pero cuanto más lejos mejor. A ver si nos va a salpicar la milonga del postureo. Y acordaos de los mensajes que llegan en las botellas. Esconden mucha verdad.
Las campanas, me trae Víctor, en la ermita de San Amaro. ¿Qué es lo que hacen, con qué? Percusión, aire y metal. Pues eso, palabras clave. No te vayas por las ramas, que se te entiende de sobra.
Y despedir a este mes que se va para dar paso al siguiente. Hacia adentro, más adentro. Que el ruido no nos distraiga.
Y que este lunes sea bueno.
Que tú puedas estar bien.
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Meditación
Allan W. Watts
El arte de meditar es un camino para conectar con la realidad. La razón para meditar es que la gente más civilizada está fuera de la realidad. Confunden el mundo tal como es con el mundo que ellos piensan que es. Hablan acerca de él y lo describen.
Tenemos por un lado el mundo real, y por el otro todo el sistema de símbolos alrededor de este mundo que tenemos en nuestra mente. Hay muchos símbolos útiles, toda la civilización depende de ellos. Pero como en todas las buenas cosas hay sus ventajas y desventajas y la principal desventaja de los símbolos es que los confundimos con la realidad, de la misma manera que confundimos el dinero con la actual riqueza, y nuestros propios nombres, ideas, imágenes con nosotros mismos.
La mayoría pensamos compulsivamente todo el tiempo, hablamos para nosotros mismos. Si estoy hablando todo el rato no oigo lo que el otro quiere decirme. De la misma manera, si estoy pensando continuamente, es decir, si hablo para mí mismo, no tengo nada en que pensar, excepto dichos pensamientos. Por ello, estoy viviendo plenamente en el mundo de los símbolos y nunca en la realidad. Quiero tocar la realidad: esa es la razón básica de la meditación.
Hay otra razón, un poco más difícil de entender. Podemos decir que la meditación no tiene ninguna sentido o propósito. En este sentido es diferente a casi todas las demás cosas que hacemos, salvo interpretar música o bailar, quizá. Cuando hacemos música no es con una razón determinada como alcanzar el final de la composición. Si esta fuera la razón de la música, entonces obviamente los músicos más rápidos serían los mejores. Tampoco cuando estamos bailando deseamos llegar a un lugar determinado del suelo como si estuviéramos de excursión. Cuando bailamos, el baile mismo es la razón, igual que al interpretar música, ésta es, en sí misma, la intención. Y exactamente la misma cosa es la meditación. La meditación es el descubrimiento de que la razón de la vida siempre llega de instante en instante.

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