Palabras de AMOR en lunes. Por María Eugenia Manzano

Mi padre me enseñó a volar. A volar y a atreverme a hacerlo. Él no tenía avioneta, ni motores y ni siquiera me construyó unas alas, pero me enseñó a tejer las mías y sobre todo a no tener miedo. Él, con las suyas, sobrevolaba el mundo entero. De mi padre heredé el combustible, la sangre que corre en mis venas, la alegría de vivir. De vivir, sí, y de plantar cara cuando la ocasión lo requiere. Y de huir de lo mediocre. Porque pobres podemos ser, miserables jamás. Así es mi padre. Por eso, entre otras cosas, soy escritora y no dejaré de serlo. Hace pocos días leí que «hoy faltan Galileos y sobran inquisidores. Aparecen inquisidores a toda velocidad y por todas partes» y pienso que, sin justificarlos, al menos los inquisidores que juzgaron a Galileo defendían una serie de razones de las que estaban convencidos. Los inquisidores de hoy, ni eso. Mi padre me dijo siempre que me alejara de los cobardes. Nunca sabrás, papá, lo presente que te tengo.
Lunes, 2o de marzo, ayer fue el día del padre. Te invito a honrar hoy al tuyo, a mostrarle gratitud y te deseo un lunes bueno.
Que tú puedas estar bien.

50 consejos para ser escritor
Colum McCann
(Trad. Héctor Castells Albareda)

Haz las cosas que no sean computables. Sé serio. Sé abnegado. Sé un subversivo de lo fácil. Lee en voz alta. Arriésgate. No tengas miedo de los sentimientos, ni siquiera cuando los demás los tachen de sentimentaloides. Prepárate para que te arranquen la piel a tiras: sucede. Permítete indignarte. Fracasa. Tómate un respiro. Acepta el rechazo. Deja que los desmoronamientos te espabilen. Practica la resurrección. Ten capacidad de asombro. Carga con tu pedacito de mundo. Encuentra a un lector en quien confíes. Él también tendrá que confiar en ti. Sé un estudiante, no un maestro, incluso cuando enseñas. Déjate de pamplinas. Si te crees las buenas críticas, tendrás que creerte también las malas. Aun así, no te hundas. No consientas que tu corazón se endurezca. Asúmelo: los cínicos cuentan con mejores frases lapidarias que nosotros. Anímate: ellos no consiguen nunca terminar sus relatos. Disfruta de las dificultades. Abraza el misterio. Encuentra lo universal en lo particular. Vuelca toda tu fe en el lenguaje, los personajes vendrán luego y, finalmente, también lo hará la trama. Oblígate a ir más allá. No te quedes chapoteando en el mismo charco. Puede que sobrevivas si lo haces, pero seguro que te será imposible escribir. Nunca te des por satisfecho. Trasciende lo personal. Confía en la perdurabilidad de lo que es bueno. Obtenemos nuestra voz de las voces de los demás. Lee promiscuamente. Imita, copia, pero conviértete en tu propia voz. Escribe sobre aquello que quieras saber. Mejor aún, escribe rumbo a aquello que desconoces. El mejor trabajo surgirá de fuera de ti. Sólo entonces tendrá un alcance interior. Sé descarado ante la página en blanco. Restituye lo que haya sido ridiculizado por los demás. Escribe más allá de la desesperación. Haz justicia de la realidad. Canta. Forja tu visión en la oscuridad. El dolor ponderado es mucho más recomendable que el no ponderado. Sospecha de aquello que te consuele en demasía. La esperanza, la convicción y la fe te fallarán a menudo, pero ¿y qué? Comparte tu rabia. Resiste. Denuncia. Ten aguante. Ten coraje. Ten perseverancia. Las frases silenciosas importan tanto como las ruidosas. Confía en tu bolígrafo azul, pero no te olvides del rojo. Haz que importe lo esencial. Admite tu miedo. Date permiso. Tienes algo de lo que escribir. Por muy limitado que sea no quiere decir que no sea universal. No seas didáctico, nada aniquila la vida de un texto tanto como las explicaciones. Esgrime un argumento para lo imaginado. Empieza con la duda. Sé un explorador, nunca un turista. Visita lugares en los que no haya estado nadie. Lucha por subsanar. Cree en el detalle. Haz que tu lenguaje sea único. Una historia empieza mucho antes de la primera palabra. Termina mucho después de la última. Haz de lo ordinario lo sublime. Mantén la calma. Revela una verdad que todavía no haya sido desvelada. Y sé entretenido al mismo tiempo. Sacia el apetito por la solemnidad y el alborozo. Dilata tus orificios nasales. Llénate los pulmones de lenguaje. Te pueden quitar muchas cosas —tu vida incluida— pero no tus historias sobre esa vida. Así pues, he aquí una palabra dirigida no sin amor ni sin respeto a un joven escritor: escribe. (Pos 138)

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