IAM/ALJ El trabajo de un filósofo no es tanto ser un santo como identificar problemas y ayudar a reflexionar sobre ellos. Eso ha hecho Fernando Savater con su libro-panfleto “Contra el separatismo”. Llama a este libro “panfleto” (opúsculo de carácter agresivo, según la definición de la RAE) para que nadie se llame a engaño, porque no es un tratado, ni un estudio académico, ni una refutación erudita de puntos de vista ajenos. No, sólo es un panfleto y de lo más agresivo.
Y en ese panfleto, Savater dice que, en el mejor de los casos, el nacionalismo es un sueño narcisista, soportable con humor y paciencia. Pero que el separatismo suma al nacionalismo la subversión que destruye a la democracia vigente. Por tanto, se puede convivir con el nacionalismo, pero no hay más remedio que defenderse del separatismo y plantarle cara. Ya lo hemos visto en Euskadi y ahora lo estamos viendo en Cataluña: unos cuantos quieren robar a la mayoría de los españoles parte de la soberanía nacional, que no pertenece a ningún territorio sino a todos los ciudadanos libres e iguales de este país. Ahora la propaganda independentista o separatista trata de degradarlo a la categoría de reaccionario. Y Savater nunca ha sido reaccionario. Tampoco revolucionario. Ha sido un predicador inagotable de la ética. Un hombre comprometido con el laicismo, la ilustración y la razón. Un divulgador sin concesiones a la demagogia ni al sectarismo. Ni a la simpleza. Un ensayista que ha opuesto muchas preguntas y algunas respuestas a las congojas de nuestra sociedad. Y puede que su gran batalla haya sido la emprendida contra el oscurantismo, ya sea el religioso, el político, el cultural, y sobre todo contra el fanatismo nacionalista de ETA, que pretendía reventar la convivencia de los españoles. Savater no es solo un filósofo, un pensador. Es un estado de conciencia que sobrevive a cualquier coyuntura y podría compartir linaje con los maestros presocráticos que dieron origen al pensamiento como respuesta a la incertidumbre del mundo. El nobel de literatura, André Gide, recomendaba huir de quienes dicen haber encontrado la verdad, pero aconsejaba seguir a quienes la buscan. Hagámosle caso.