Somos el 99%. Por Blog Anfibio. Emborronando fronteras

Moverse por el pueblo en bicicleta tiene cada vez más followers. Quien lo hace incorpora agilidad y dinamismo a sus trayectos cortos y, de regalo, obtiene actividad para los sentidos en un rincón geográfico privilegiado para los cinco. Porque a quién no le parece apetecible llegarse a la tienda a comprar con la mañana fresca en la cara. Ir al gimnasio, a la piscina o a echar un partido de pádel una tarde de otoño y regresar a casa con una bóveda naranja o azul estrellada. Acompañar a tu hija o a tu hijo al colegio respirando a la vez los olores que el perfume del mar bosteza mañanero. Bajar a la playa en verano y tomar un baño frío con el calor como aliado y no como enemigo.

Más allá de la realidad medioambiental que obviamente se impone y de lo práctico de llegar casi a la puerta de tu destino, se podría hallar otra causa que explicase el aumento del uso de la bici en que en un pueblo pequeño como Tarifa los coches aíslan y las bicis integran. A diferencia de la bicicleta que te conecta con el entorno, con sus sonidos, sus imágenes, sus olores y su pulso, que te atraviesa mientras lo vas recorriendo, el coche te saca y te priva de ese entorno que pasa a ser un mero decorado momentáneo y brumoso del que apenas puedes extraer algo una vez lo has dejado atrás. Quizás por eso quienes más usan la bici son aquellas personas que necesitan entrar en contacto con todo lo demás, las personas no nacidas en el pueblo, para quienes el entorno les es ajeno y desean sentirlo como propio. Pero sería absurdo y contraproducente, además de cínico, si los beneficios de usar la bici nos llevaran a censurar a quienes usan el coche. Es cierto que el coche aísla. A-isla, hace una isla. Pero una muy particular porque es automóvil. Completamente útil, necesaria y para nada denostable. Basta con pararse a pensar en lo más cotidiano para caer en la cuenta de los innumerables propósitos del día a día que necesitan de un coche como herramienta para obtenerlos. Desde motivos de salud hasta condiciones climatológicas pasando por necesidades laborales.

Por lo tanto, a la pregunta de si es posible usar la bicicleta sin renunciar a usar el coche le sigue una respuesta categóricamente afirmativa. Pero es que además es un deseo compartido por muchas personas y una realidad absolutamente aceptada por el 99% de la población. Solo necesita de la voluntad política, esa que antaño creyó que sería una idea brillante retirar indiscriminadamente las bicicletas aparcadas en la calle, esa que muchas veces ni está ni se le espera pero que inevitablemente aparece por la convicción con que la ciudadanía camina hacia su deseo de vivir mejor. Recientemente se ha puesto en marcha una recogida de firmas digital que pretende recabar apoyos para que el Ayuntamiento “ponga en marcha una red completa de vías ciclistas a nivel urbano, garantizando caminos escolares seguros y combinándola con una política de aparcamiento para bicicletas.”(https://www.change.org/p/queremos-m%C3%A1s-carriles-y-aparcamientos-para-bicis-en-tarifa?source_location=search). Parece que algo empieza a moverse, a moverse en bicicleta.

 

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