Hay lugares que no necesitan anunciarse. Lugares que hablan solos, que guardan en sus paredes la memoria de un pueblo y en sus fuegos el alma de quienes los habitan. Facinas es uno de ellos. Un rincón de la sierra tarifeña donde el tiempo avanza con la calma de siempre, sin perder una pizca de verdad. Y en su corazón, como un faro humilde pero imprescindible, late el Ventorrillo del Nene.
Ben Welsh, en su sección Personajes de Tarifa, ha querido detenerse allí, donde otros quizá no miran, para contar la historia de un sitio que es mucho más que un ventorrillo: es una herencia viva. Su reportaje captura con una sensibilidad exquisita lo que muchos ya sabían: que el Nene y su ventorrillo forman parte de la identidad afectiva de Facinas, un símbolo del carácter noble, acogedor y sencillo de su gente.
En el Ventorrillo del Nene no solo se come. Se recuerda. Se escucha. Se comparte. Es el lugar donde los vecinos se encuentran sin prisas, donde los viajeros se sienten de casa y donde cada plato sabe a historia familiar y a respeto por la tierra. Allí, el Nene ha sabido mantener una forma de entender la vida en peligro de extinción: la del trato cercano, la palabra franca, el gesto que no se olvida.
El reportaje de Welsh no solo retrata a un hombre, sino a un modo de ser. A ese espíritu facinero que resiste, que abraza sus raíces y que ilumina a quien se acerca. Facinas, con su sierra, su gente y sus tradiciones, encuentra en el Ventorrillo del Nene uno de sus mejores embajadores.
Porque hay lugares que se visitan… y otros que se sienten. Y Facinas, gracias al Nene y a quienes como él sostienen la esencia del pueblo, es de los que se quedan para siempre en la memoria

















