Por María Eugenia Manzano Sánchez
Me acerco este lunes a ti con un poema. Tal vez pueda acariciarte hoy.
No te aflijas, te repite, porque la tristeza que te llega es la misma que la alegría. Y todo pasa y todo es grande y todo es pequeño a la vez. Y si tu corazón hoy sufre encontrará la paz también.
No te aflijas.
Detente, para un instante. Es tu aliento que te vive, tienes aire, tienes cuerpo, estás aquí y ahora, respiras.
No te aflijas.
Hoy te sopla el viento fresco, te mecerá una canción, te reconforta un abrazo.
Abre los ojos y mira. Escucha. Toca, saborea, prueba, suelta, empieza y termina. Dale la vuelta al derecho y acepta, déjate ser.
Hoy es para ti un día bueno.
Confío en que tú estés bien.
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No te aflijas
Hafiz
No te aflijas: la belleza volverá a regocijarte con su gracia;
la celda de la tristeza se convertirá un día
en un jardín cercado lleno de rosas.
No te aflijas, corazón doliente: tu mal en bien se trocará;
no te detengas en lo que te perturba:
ese espíritu trastornado conocerá de nuevo la paz.
No te aflijas: una vez más la vida reinará en el jardín en que suspiras
y verás muy pronto, ¡oh, canto de la noche!,
una cortina de rosas sobre tu frente.
No te aflijas si no comprendes el misterio de la vida.
¡Tanta alegría se oculta tras del velo!
No te aflijas si, por algunos instantes, las esferas estrelladas
no giran según tus deseos, pues la rueda del tiempo
no siempre da vueltas en el mismo sentido.
No te aflijas si, por amor del santuario, penetras en el desierto
y las espinas te hieren.
No te aflijas, alma mía, si el torrente de los días
convierte en ruinas tu morada mortal, pues tienes el amor
para salvarte de ese diluvio.
No te aflijas si el viaje es amargo y la meta invisible.
No hay camino que no conduzca a una meta.
No te aflijas, Hafiz, en el rincón humilde en que te crees pobre
y en el abandono de las noches oscuras,
pues te quedan aún tu canción
y tu amor.