Estar bendecido no supone tener superpoderes, sino, como escribió William Blake, ‘ver el mundo en un grano de arena y el paraíso en una flor del campo’. La gracia tiene la actitud del desapego de todas las cosas y el cuidado con todas las cosas. Alejandro Simón Partal
Lunes, 10 de marzo. Testimonio.
Toda mujer es una encarnación de la Diosa. Un portal de creación. Una manifestación de pureza, de poder sagrado y de libertad. La energía primordial del Universo no es un género, es la fuerza creadora danzante entre lo divino y lo humano, capaz de transformar, nutrir y despertar la conciencia. Un puente entre la tierra y el cielo. Es dulzura, sensibilidad, línea curva, compasión. El mundo no necesita más fuerza. Nos sobra músculo productivo, estructuras de exigencia, estado de perfección. El mundo necesita fluidez, más despacio, por favor, más curvas. Un chute de oxitocina capaz de ablandar el cerebro y ampliar el corazón.
Confiar ha sido fácil, con vuestro trabajo esencial. Aún siguen cayendo perlas. Desde una consciencia expandida, puerta abierta a la esperanza, dejar que se disuelva el ego. Vosotros sois la medicina.
Epifanía.
De lejos oigo tambores. ¿Quién soy yo para juzgar? ¿Quién, si soy cuando canto? ¿Quién, mi amor, si sólo sé que lo hilado entre tú y yo es tejido de miocardio, y casi sin darme cuenta lo coso con la razón? Resignificar la ternura. Ser testigo, traer presencia. Dejar a la sabia que hable. Y humildad para mirar. Levantarme hoy de nuevo y ayudar a levantarte. Y que ya nos quitemos de en medio porque es que ahí estorbamos, ¿lo ves? Que no somos ni es pa’ tanto. Recuerdo la conexión, recuerda el sentimiento oceánico. Respira, respira, respira… Que ya queda poquito sol pero mañana sale otra vez.
Hay un Mundo entero arriba y le está llegando el mar. Le faltaban horizontes.
Quiero decítelo de la forma más sencilla, sin laberintos: estamos bendecidos.
Ya nada va a poder con nosotros.
Y hoy, también, estamos bien.
Resistencia y Sumisión
Alejando Simón Partal
No es el amanecer otra cosa
que un intento terrestre
hacia lo divino,
como lo es la fruta madura en el árbol
o las sábanas blancas tendidas
en un prado abierto.
Poco dura ese momento
en el que los animales gimen
y algunas personas reaccionan
y cuidan la tierra o recogen el fruto.
No pretende más
que recordarnos nuestra condición
de seres pequeños o necesitados,
de hermanos que algunas mañanas,
muy temprano, salen humildes
y se encuentran.