Es importante que toda la sociedad lo sienta. Porque el Orgullo no es solo para el colectivo LGTBIQ+. Es una celebración de todos y para todos. Es la oportunidad de mirar alrededor y reconocer que convivimos con realidades distintas, con personas que han luchado por poder amar, expresarse y vivir con autenticidad. Cuando la sociedad entera se involucra —vecinos, comercios, familias, instituciones— se construye algo más que una fiesta: se construye comunidad.
Tarifa, es ya ejemplo de convivencia y respeto en esta fiesta. En un pueblo abierto al mundo, acostumbrado a recibir a viajeros de todos los rincones, la diversidad no debería sorprendernos. Tarifa es, por naturaleza, un cruce de culturas y libertades. Por eso, hacer que la fiesta del Orgullo se viva en las calles, en los bares, en los escaparates y en los corazones de quienes aquí vivimos, es un acto de coherencia con nuestra identidad.
La visibilidad que transforma y cuando un niño o una niña ve a dos hombres besarse en una carroza con naturalidad, sin juicios. Cuando una persona mayor aplaude un desfile lleno de color. Cuando una pareja lesbiana se siente segura caminando de la mano por el centro. Entonces estamos avanzando. Eso es lo que hace el Orgullo: abre mentes, derriba muros invisibles y planta semillas de tolerancia.
La fiesta es solo parte…Claro que hay conciertos, alegría, espectáculos y diversión. Pero también hay memoria, reivindicación y lucha. Porque detrás de cada celebración hay historias de personas que no lo han tenido fácil. Por eso, involucrarse como sociedad no significa solo salir a aplaudir, sino también educar, apoyar, proteger y escuchar.
Demostrar que Tarifa no solo es un paraíso natural, sino también humano. Que aquí no se tolera la diversidad: se celebra. Y que esta fiesta, como el viento que nos define, viene para quedarse y llenar cada rincón de libertad.