Iron Man 3: El espectacular desahogo de Tony Stark

CRÍTICA DE CINE


 

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 MADRID, 27 Abr. (EUROPA PRESS) –

 

Tras erigirse, junto a Hulk, en la gran estrella de Los Vengadores, Iron Manregresa a los cines con su tercera película en solitario. Dirigido ahora por Shane Black, Robert Downey Jr. vuelve a dar vida a Tony Stark en la que es, de largo, la mejor entrega de la saga.

   Después de repartir mamporros con Thor, La Viuda Negra, Hulk, El Capitán América y compañía en la hipertaquillera reunión de Marvel, Tony Stark regresa a su vida de millonario, chulo, descarado, vividor… pero ya nada es como antes.

   Ahora nuestro héroe apenas duerme, sufre ataques de ansiedad y vive obsesionado con proteger lo único sin lo que, confiesa a cámara, no puede vivir: su amada Peper Potts. No en vano a su chica es Gwyneth Paltrow, la mujer más bella del mundo según la revista People. Stark nunca ha sido tonto.

   Ella se encarga de dirigir el imperio Stark mientras el ahora huraño Tony pasa día y noche encerrado en el sótano de su mansión de Malibú enredando con sus juguetitos.

   Cuando el héroe vive sus horas más bajas, una nueva amenaza estalla ante sus narices: El Mandarin. Un terrorista dispuesto a acabar con todo y con todos de forma indiscriminada. En ese «todos» también va incluido Iron Man que sentirá en sus propias carnes el poder abrasador del despiadado villano. Una figura que tras su ecléctica y cuidada iconografía esconde fantasmas del pasado.

LA LOSA DEL SUPERHÉROE

   En esta nueva aventura nos encontramos con un Stark igual de chulo, de deslenguado pero más vulnerable y desorientado, más humano. En este trance finalmente la cinta no toca la línea argumental de Demon in a Bottle, uno de los cómics que junto con Extremis se iba a tomar como referencia para esta tercera entrega y que ahondaba en el alcoholismo de Stark. Pero por exigencias de la productora -en algún momento se tenía que notar la mano de Disney- y todo se queda en un estrés postraumático tras los sucesos de Los Vengadores.

   Stark inicia la cinta tocado, y el ataque de El Mandarin acaba por hundirle. En este descenso a sus infiernos personales, el protagonista pasa más tiempo sin armadura que con ella y se verá obligado a soportar el enorme peso que supone ser un superhéroe. Stark carga con Iron Man. Literalmente.

   Y lo hace sin la temida sobredosis de grave intensidad que en el caso de Iron Man -de este Iron Man, mejor dicho- hubiera resultado demasiado impostada. El tono más solemne y oscuro al estilo Batman de Nolan que nos vendieron era, por suerte, tan solo un reclamo. Incluso en los tragos más amargos Tony sigue conservando su ‘swing’, su ‘mojo’. Tiene «el rollo que mola».

   Un carisma perenne que el personaje le debe en gran parte a Robert Downey Jr., al que la armadura, sea cual sea de la larga lista de ‘Marks’ que vemos en esta entrega, le queda como un guante. Ahora se le exige que vaya un paso más allá para reflejar el lado menos brillante del héroe de rojo y oro, un tipo que sufre insomnio y ataques de ansiedad y que intenta reconstruirse a sí mismo. Reto superado… otra vez.

   El buen trabajo de Downey Jr. se ve correctamente arropado por viejos conocidos de la saga como Gwyneth Paltrow, Don Cheadle o Jon Favreau -que liberado ya de la silla de dirección ve como su Happy tiene más cancha- y también por los nuevos fichajes Guy Pearce, Rebecca Hall y James Badge Dale.

    Párrafo propio merece Sir Ben Kinsgley, magistral encarnado a El Mandarin. Un villano con una tendenciosa puesta en escena y que esconde una gran sorpresa. Para no reventarla, de él solo podemos decir que es el malo más futbolero que ha pasado por el universo de las películas de Marvel.

SHANE BLACK, APUESTA SEGURA

   Como diagnóstico general hay que decir que en lo suyo, el entrenimiento puro y duro y sin pretensiones, Iron Man 3 es una gran película. Una cinta que sin llegar al nivel de Los Vengadores, proporciona las dosis suficientes de acción, humor, épica y fuegos de artificio -el amplio «fondo de armario» de Tony nos regala un par de escenas realmente espectaculares- para satisfacer en masa al público.

   Ahora el foco debe apuntar a Shane Black. El director de la apreciable Kiss Kiss Bang Bang y guionista, entre otras muchas, de la saga Arma Letal, ha sabido tomarle el pulso a la franquicia y subirse al galope a lomos de este potro desbocado sin acabar en la arena.

   Si pasamos por algo algunas lagunas en el guión -especialmente en lo referente a la trama científica y las motivaciones de algunos de los ‘malos’-, en Iron Man 3 Black ha conseguido apuntalar las fortalezas de la franquicia y disimular algunos de sus errores dando a la saga el equilibrio del que carecía la muy mejorable segunda entrega.

   Y antes del punto y final, un último consejo: ármense de paciencia y esperen en su butaca a que terminen los casi eternos títulos de crédito. La píldora final merece la pena y -y esto es lo de menos- da algún sentido al confuso y desafortunado titular que encabeza estos párrafos.

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