Carta abierta a la Asociación Ecologista Agaden. Por Raúl Benítez

Me dirijo a ustedes con el máximo respeto y reconocimiento por la labor que realizan en la protección del entorno natural de Tarifa, un patrimonio de enorme valor ecológico y social. Precisamente por esa admiración hacia su trabajo, me gustaría plantearles una reflexión en relación con la música en vivo en los chiringuitos de la zona.

He tenido conocimiento de su preocupación por el posible impacto de estos eventos musicales en el entorno natural. Entiendo y comparto la importancia de preservar nuestros ecosistemas, especialmente en espacios protegidos como los que rodean a Tarifa. Sin embargo, también creo necesario considerar que la música en vivo no constituye una agresión al medio ambiente. De hecho, numerosos estudios coinciden en que la música —y muy especialmente la música en vivo— resulta beneficiosa para los animales, favoreciendo comportamientos positivos, estados de relajación y respuestas fisiológicas asociadas al bienestar. Por ello, es importante reconocer que la relación entre música y fauna no solo no es necesariamente dañina, sino que, en muchos casos, puede ser claramente positiva.

Asimismo, debemos contemplar el enorme valor cultural de la música. La actividad musical forma parte de la identidad humana desde tiempos remotos y es una expresión que contribuye al bienestar social, al dinamismo local y a la convivencia. La cultura no debería verse como un elemento a restringir, sino a promover, especialmente cuando puede coexistir de manera equilibrada y respetuosa con el entorno natural.

Por todo ello, les ruego que puedan incorporar esta perspectiva a su análisis. Estoy convencido de que es posible encontrar fórmulas que compatibilicen la protección del medio ambiente con el desarrollo de actividades culturales, siempre desde la responsabilidad, la regulación adecuada y el diálogo entre todas las partes implicadas.

Agradezco sinceramente su atención y el compromiso que demuestran día tras día con la naturaleza de nuestra tierra. Espero que estas consideraciones contribuyan a enriquecer el debate y a avanzar hacia soluciones equilibradas y constructivas.

Atentamente,
Raúl Benítez

6 respuestas

    1. Dependera de estilo y volumen de la musica, no? Dependiente del viento se escucha “zumba zumba” kilometros tierra adentro como si seria puesto el altavoz a 10 metros…🙈
      (…sin hablar del venir, “estar” y irse del publico que gustara esto…)

  1. Hombre, eso de que la música en vivo tan cerca de los entornos naturales sea beneficioso para los bichitos creo que dependerá de varios factores, los cuáles este señor no especifica.
    *Tipo de música.
    *Volumen de la música.
    *Cercanía con los entornos citados.
    En fin, todo es muy relativo, según desde que óptica se mire.

    Cercanía con

    1. Gracias por tu comentario. Si algo pretende esta carta es generar un debate necesario. Efectivamente son muchos los factores que pueden intervenir en la residencia de un animal ante distintos tipos de música y a distintos niveles de volumen. Pero pasa igual con los humanos. Lo que pienso que es un error es el denostar la música en vivo y calificarla muchas veces como ruido o agresión. Para empezar, la Música en mayúsculas es una de las cosas más grandes que es capaz de hacer un ser humano, con múltiples efectos positivos demostrados tanto en humanos como en animales. Puedes encontrar gran cantidad de artículos científicos que lo certifican, simplemente haciendo una búsqueda en Google o preguntando a ChatGPT. En mi opinión, antes de demonizar la música y regular para restringirla, lo ideal sería demostrar si efectivamente es perniciosa o no para el medio ambiente. Otra cosa es que a algunos vecinos les interese o no que se persiga, pero eso ya es otro debate. Cuando estamos en semana de feria, parece que ni el volumen, ni los horarios, ni la calidad musical sean perniciosos para nadie…

  2. Me gustan los chiringuitos menos cuando no estoy en ellos. Me refiero a que me gusta estar en las playas de Tarifa en tranquilidad y no oir el chundachunda a kilómetros.

  3. Hace gracia que le escriba una carta a Agaden cuando quienes deberían recibirla son los chiringuitos que han llevado esto al extremo. Son ellos los que han convertido la costa en una cadena de discotecas a cielo abierto. De Los Lances a Punta Paloma es casi imposible pasear en verano ni ver una puesta de sol sin tragarse tres músicas distintas de DJs y electrónica a todo volumen. No solo molesta a las aves: molesta a cualquiera que quiera simplemente caminar o disfrutar del paisaje sin una agresión sonora continua. Que hable con los responsables, con los que han llevado esto al límite. Y que deje de mezclar a los músicos de verdad con un problema que viene del modelo de fiesta permanente en la playa. Esto se les ha ido de las manos.

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